La historia mundial nos ha enseñado que efectivamente; “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Abundan los ejemplos de naciones en las que su gobernante, independientemente de cómo ascendió al poder, concentró dicho poder en sí mismo y que con ello ocasionó, al paso del tiempo, un daño terrible a su pueblo. A estos gobernantes se les denominó dictadores y tarde o temprano sus dictaduras cayeron. Inclusive, y sin llegar al extremo de las dictaduras, podemos observar cómo las naciones gobernadas por un monarca se transformaron y conformaron parlamentos y otras instituciones con las que los monarcas compartieron el poder. En otras palabras, la historia mundial nos enseña de manera contundente que cuando un gobernante concentra el poder en sí mismo, su pueblo acaba pagando un precio muy alto, se pierden libertades y en el mejor de los casos se pierden oportunidades de crecimiento en todos los sentidos.

México no es la excepción, el caso del Emperador Agustín de Iturbide es un ejemplo, el de Porfirio Díaz es otro, e inclusive podemos señalar al periodo del “priato” del siglo XX, y que el premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa llegó a llamar la “dictadura perfecta”.

Los resultados de dicha concentración de poder, vistos al paso del tiempo, fueron más perjudiciales que positivos. La corrupción carcomió a nuestras instituciones cancelando oportunidades para millones de mexicanos, la pobreza se arraigó y la riqueza se concentró, la injusticia prevaleció y se comercializó, por mencionar solo algunos de sus saldos. Los malos resultados se fueron acumulando hasta que llegó el momento en que el pueblo de una u otra manera los echó del poder. Es de señalarse que como fruto de estas acciones los mexicanos fuimos adoptando una serie de medidas que buscaban evitar volver a caer en las condiciones que tanto habían lastimado al pueblo. Por ejemplo; después del intento de establecer un imperio por parte de Agustín de Iturbide México adoptó la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). Otro ejemplo, al triunfo de la Revolución de 1910 —caída del porfiriato— se fortalecieron las instituciones. Finalmente y como resultado de la caída del “priato” en el año 2000 y hasta noviembre de 2018 se transformó radicalmente el esquema de concentración de poder. Ahora “el Presidente proponía y el Congreso decidía”, se crearon una serie de instituciones constitucionalmente autónomas para evitar ser manipuladas por el Poder Ejecutivo

Por lo anterior es que resulta muy preocupante observar cómo el Presidente López Obrador ha venido desgastando y denostando a los organismos que fueron diseñados para hacerle el contrapeso al Poder Ejecutivo. Es reprobable que el Presidente, mediante sus denostaciones, incite al pueblo de México en contra de sus instituciones. También es reprobable que con el objetivo de debilitarlas les reduzca el presupuesto que requieren para su correcta operación, que por cierto requiere de la conducción de personas preparadas, capaces, profesionales e íntegras. Es por ello que me parece repugnante que el Presidente pretenda que las instituciones que nacieron para ayudarlo a gobernar haciendo de contrapeso, sean dirigidas por personas a todas luces incapaces. Considero que el Presidente ofende a México cuando propone a personas no preparadas a cargos de dirección.

Fuente de los Deseos: Ojalá el Presidente se dé cuenta que si quiere hacer historia, el camino no es denostando y degradando a los organismos que nacieron para ayudarlo a bien gobernar haciendo la importantísima función de contrapeso.

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