A lo largo de los últimos días hemos podido observar cómo la cotización peso/dólar ha ido disminuyendo llegando inclusive a romper la barrera de los 18 pesos por dólar ($17.98/dólar el pasado viernes) y ello ha llevado a muchos paleros de la 4T a definir a nuestra moneda como el “superpeso” además asumiendo ciegamente que ello es un gran logro del gobierno federal no obstante de que la realidad es otra.

Lo primero que tendríamos que tener en cuenta es que la paridad peso dólar se fija de acuerdo a la oferta y la demanda de dicha divisa, y que en México hemos estado recibiendo millones de dólares procedentes de las remesas que envían los migrantes mexicanos que se encuentran en EU. Es decir la oferta de dólares creció y la demanda no.

Un segundo factor a considerar es la diferencia de tasas de interés que se pagan en EU (4.5%) y México —tasa base— (10.5%), diferencia de 6 puntos, que sumada a la altas reservas de dólares que tenemos, de momento hace atractiva la inversión financiera en el país.

Ahora bien, analicemos si una paridad así es conveniente o no para el país.

A favor tenemos la oportunidad que tienen las empresas mexicanas —incluye a Pemex— de pagar sus deudas en dólares ya que hoy necesitan menos pesos (lo que es una lástima es que no tengan los pesos para comprar dólares y pagar sus deudas). Otro aspecto positivo está en el hecho de que ahora las empresas pueden comprar con mayor facilidad equipo y maquinaria moderna en el extranjero (las que tuviesen dinero).

En contra tenemos: exportar mercancías se complica ya que ahora el exportador recibe menos pesos por los productos que exporta y ello los puede sacar de mercado. Por otro lado tenemos que precisamente las familias de los migrantes también reciben menos pesos  por cada dólar que su familiar les envía desde EU. (Se estima que entre la diferencia en la paridad y la inflación las familias de los migrantes han perdido el 28% del poder adquisitivo que les daba cada dólar recibido durante este gobierno). Un tercer aspecto negativo está en el hecho de que ahora al gobierno mexicano —léase: a todos nosotros— nos cuesta una verdadera fortuna, cientos de miles de millones de pesos, pagar 10.5% de intereses a por ejemplo las personas que invirtieron en Cetes.

Como se puede observar, se hace necesario reflexionar sobre si tener un “super peso” es una bendición o una maldición.

Fuente de los Deseos: Ojalá las autoridades financieras (SHCP y Banxico) se manejasen más por criterios económicos que por criterios políticos como lo el darle al presidente la oportunidad de presumir un “superpeso” que me parece es más una maldición que una bendición (tener un peso fuerte me parece sería más que suficiente).

Exsenador

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