Andrés Manuel López Obrador tiene la extraña virtud de unir al país en su contra. En 2004 la “marcha de blanco” reunió a cerca de medio millón de personas en las calles de la Ciudad de México (CDMX); el pasado domingo 26 de febrero (26F) reunió a más de un millón de personas en 100 ciudades del país y 12 del extranjero; (más de cuatrocientos mil integrantes de la “marea rosa” en la CDMX). Ningún otro gobierno en los últimos cincuenta años ha unido a tantas personas en su contra.

En 2004 el motivo fue el hartazgo por la violencia, inseguridad, corrupción, impunidad, asesinatos, feminicidios, extorsión y secuestros. En 2023, su intento por restaurar al viejo PRI y perpetuarse en el poder, para lo cual envió al Congreso una iniciativa, conocida como Plan B, que pretende “destazar” al Instituto Nacional Electoral (INE). Esta fue la causa de que la sociedad llenara el Zócalo: pedir a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que resuelvan, de manera expedita y autónoma -al margen de las presiones de la 4T-, la inconstitucionalidad de dicha ley.

El 26F fue todo un acontecimiento, desde diversos ángulos. Tal vez el principal, fue la experiencia de quienes lo vivimos, comenzando desde el traslado: personas desde sus vehículos gritando a coro ¡México, México!, al tiempo que hacían sonar sus cláxones; otros, en el Metro, identificados por el color rosa de su vestimenta, con conversaciones espontáneas y animadas.

Pobres, ricos, clase media; mujeres, hombres, niños, jóvenes, adultos y ancianos; opositores al régimen y decepcionados del mismo nos encontramos sin reclamos, ofensas o agresiones de algún tipo. Nos unió México y el deseo de vivir en un régimen democrático, de leyes. derechos y libertades.

El ambiente fue festivo, de orden, respeto. Mateo, el niño perdido —y su localización—, fueron parte del anecdotario, como la absoluta limpieza del zócalo al terminar la concentración.

Para todos quedó claro que la permanencia, o no, de Morena en el poder, depende de elecciones limpias, no de engaños, trampas o imposiciones. Y, también, de que este es apenas un capítulo de una serie de tomas del zócalo que habremos de llevar a cabo para hacerle ver al primer mandatario cuál es la voluntad de sus mandantes.

A diferencia de otros años y de otras marchas, a muchos nos sorprendió que todos los medios de comunicación del país, y algunos del extranjero —para los que la situación de México es muy secundaria—, dieron cuenta del lleno total del zócalo y de todas las calles que a él confluyen. Incluso los medios oficiales y oficiosos de la 4T no pudieron omitirlo, como acostumbran.

A nadie sorprendieron las descalificaciones del Presidente, su insensibilidad y falta de tacto político para entender qué está viviendo el país. A nosotros nos quedó claro que los ciudadanos somos y seremos los protagonistas de un país próspero, libre y democrático.

Mentiras como que apenas fuimos 90 mil —Sheinbaum—; que demandamos la excarcelación de García Luna; que fue una reunión de corruptos demandando canonjías, etcétera, nos parecieron una expresión más del infantilismo presidencial.

La sociedad busca un líder honesto a quien apoyar, no un mesías. Lo importante hoy es eliminar el riesgo autoritario y construir un país fuerte y unido.

Aunque AMLO no lo quiera reconocer, estamos hartos de que divida al país; y dispuesto a colorear el zócalo con el color que la causa en turno lo demande. Hoy la marea rosa del INE hizo historia.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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