Hace unos días, platicando con algunos funcionarios sobre la negativa de varios gobernantes de reunirse con activistas por los derechos de las mujeres, me enteré que, para muchos, la simple idea de sentarse a la mesa con mujeres feministas les causa repulsión.

Al cuestionar el por qué de ese rechazo me contestaron que es “porque no están de acuerdo con las pintas, los tendederos y las expresiones altisonantes de las feministas”. Esa respuesta me lleva a pensar que tal vez, en el afán de lograr el goce de nuestros derechos lo más rápido posible, las feministas no nos hemos dado el tiempo para explicar qué es el feminismo y sus diferentes corrientes.

Yo soy feminista. Lo he sido la mayor parte de mi vida y la mayor parte de mi vida me he enfrentado al rechazo y el estigma que desde el desconocimiento se le impone a esa palabra.

El feminismo es una teoría política que se ha venido desarrollando por casi tres siglos. Sus albores inician al final del siglo XVIII, junto con la Revolución Francesa; su historia ha pasado por diversas "olas", desde el sufragismo a principios del siglo XX hasta las denuncias del hack-feminismo de la tercera década del siglo XXI.

Las recientes acciones iconoclastas de jóvenes feministas mexicanas, sobre todo en Ciudad de México, que incomodan a muchos por su evidente rabia, son una de las muchas formas exponer demandas justas que ha encontrado el feminismo. Sin embargo, esa forma de manifestación feminista no es nueva, data desde hace más de 100 años. Sin embargo, aun cuando la gran mayoría de las manifestaciones feministas, que han ocurrido y ocurren en nuestro país, son cien por ciento pacíficas, todas han sido estigmatizadas como violentas.

Dentro de las diversas corrientes del feminismo existen muchas formas de expresión, incluidas las artísticas, periodísticas y políticas. Muchas se niegan a tratar con quienes ocupan el poder, pero otras, de manera constante, ponemos sobre la mesa nuestra voluntad de trabajar y dialogar "correctamente", sin embargo, tampoco somos bien recibidas.

En muchos sectores conservadores, el feminismo prende las alertas construidas desde prejuicios, dogmas, discriminación y tabúes. Ese estigma, impulsado por la desinformación en el discurso falaz de autoridades religiosas y seculares que plagan los medios de comunicación y redes sociales, genera respuestas hostiles e incluso violencia en contra del movimiento de mujeres.

Romper con los estigmas que desacreditan la lucha feminista es necesario para construir sinergias entre el activismo y el funcionariado en pro de lograr verdaderos avances en la prevención, sanción y erradicación de la violencia y para alcanzar la igualdad material de oportunidades y derechos entre mujeres y hombres.

Simplemente, el feminismo es una teoría política que busca la transformación social y cultural para lograr la igualdad, libertad y felicidad de todas las mujeres y todos los hombres. Ni más ni menos.

Titular de Aliadas Incidencia 
Estratégica e integrante de la 
Red Nacional de Alertistas. 
Twitter: @mcruzocampo 
FB: maricruz.ocampo

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