La concentración del sábado en el Zócalo de la Ciudad de México estuvo llena de simbolismos, comenzando por la convocatoria.

El pretexto fue la conmemoración de la expropiación petrolera, una fecha de gran importancia para la historia de nuestro país, pero que, como muchas otras, ha sido utilizada con fines partidistas. La realidad es que la marcha del sábado fue una contramarcha en respuesta a la llevada a cabo en defensa del INE el  26 de febrero. Fue, otra vez, la marcha del rencor, como se le mencionó a la del 22 de noviembre.

La marcha por la defensa del INE demostró que la oposición está lista para hacer contrapeso frente al oficialismo.

Prueba de ello, fue que se logró llenar la explanada del zócalo capitalino, cuestión que molestó  al presidente de la república. Por ello, en respuesta, era imperativo hacer otra contramarcha para medir el musculo político.

El primer punto a destacar fue el excesivo número de autobuses que estuvieron en las periferias del centro histórico de la Ciudad de México. Personas provenientes de varias partes del país fueron llevadas al evento. ¿De forma voluntaria o mediante dádivas, promesas o amenazas?, es algo que no podremos corroborar.

Por otro lado, algo que sí destacó mucho en la concentración, a diferencia de la anterior, fue la creación de áreas exclusivas o especiales para los invitados especiales, aquellos que no podían ni debían “mezclarse” con el pueblo. Claro, ya lo habían hecho una vez en la marcha anterior, ¿por qué hacerlo de nuevo? Impensable. Decisión que ha desatado un sinnúmero de criticas en redes sociales, sobre todo porque choca con el discurso de acabar con el régimen de beneficios y privilegios.

Otro simbolismo fue quienes acompañaron al presidente en el templete, las corcholatas favoritas; bueno, las tres principales, quienes todo el evento se mantuvieron leales a la figura del presidente. Y el que al parecer no salió muy bien “parado” fue el líder nacional de Morena, Mario Delgado, quien no recibió el saludo del presidente. No sabemos si fue por descuido, olvido o repudio, pero de que pasó de largo sin saludarlo, de eso no hay duda. Algunos especulan que el Jefe del partido no estuvo muy contento porque no llenó el zócalo, quién sabe.

Otro aspecto relevante fue la presencia de la bandera nacional en la explanada, cuando en las concentraciones anteriores de la oposición había sido retirada, dejando al descubierto que el lábaro patrio sólo puede ondear en los eventos y manifestaciones organizadas y secundadas por el presidente, como si fuese de su propiedad.

Sin embargo, para desventura de nuestras instituciones, el simbolismo que se llevó la nota fue la quema de una figura de cartón con la forma de la Presidenta de la SCJN, Norma Piña. Con total impunidad y descaro, varios asistentes al mitin alzaron la figura para después golpearla y quemarla. ¿Quién les da derecho a ejecutar actos así? ¿Qué halo de impunidad los cobija?

Dicho acto hubiera pasado desapercibido si no fuera porque en días pasados se han difundido “memes” donde se hace una clara amenaza a la integridad de la ministra, lo que ha prendido las alarmas de quienes ven en la ministra un importante contrapeso al régimen  y que, justificadamente, temen por su dignidad.

La manifestación del sábado fue mucho circo, maroma y teatro, con “fuegos artificiales” incluidos. Mientras tanto, las instituciones fundamentales de nuestro país están siendo atacadas y desmanteladas.

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