En días pasados se celebró una conferencia en la sede estatal queretana del PRI. En el evento se señaló que el partido tricolor en Querétaro formaría una alianza con otras dos fuerzas políticas: el PAN y el PRD. Si bien esta situación se veía venir, al fin podemos ver un paso adelante hacia esa dirección.

La política mexicana en la actualidad se encuentra en un momento de polarización probablemente no vista en mucho tiempo, al menos no en los últimos sexenios. Puede haber varias razones que alimentan esta situación. Una puede ser el surgimiento de actores y partidos políticos que en discurso distan de los que hemos encontrado en años pasados; otra, la narrativa ciertamente divisoria usada por quienes hoy en día lideran al partido oficialista.

Lo anterior ha conllevado a que ciudadanos y políticos perciban la necesidad de crear alianzas para competir en los comicios con la actual fuerza política predominante. Ejemplos de eso los hemos visto en recientes años, pero también se sospechaba con argumentos que podríamos continuar presenciando estas alianzas en los años venideros a nivel local y nacional. En efecto, poco a poco notamos la configuración ascendente de estas coaliciones que podrían causarle estragos al partido oficialista más de lo que quisiera reconocer.

El primer punto culminante de Morena llegó a mitad de 2018 cuando ganó categóricamente en las elecciones presidenciales, consiguiendo varios millones de votos más que los demás candidatos. A partir de ese momento, la reconfiguración política en México fue imponente al teñirse de color guinda las gubernaturas tras sus respectivos comicios, aminorando la presencia de los grupos políticos más longevos en una gran parte del país.

Este desplazamiento permitió un ascenso relativo morenista que ha permeado en muchos espacios de nuestra vida social y política, ganando terreno que sigue siendo retado por las fuerzas de oposición actuales. Sin embargo, a pesar de la creación y fortalecimiento de coaliciones, continúa por verse qué tan exitosa ha sido esta contención y confrontación que han llevado los partidos políticos con el partido oficialista.

La primera gran prueba de la oposición fue la serie de elecciones que se sostuvieron en 2021, cuando hubo votaciones de diversos cargos. Si bien una gran cantidad de estos comicios los ganó Morena, los números ya no fueron los mismos para el partido oficialista. En esa ocasión venció, pero con menos votos de diferencia que sus competidores, por lo que se notó un avance de las fuerzas de oposición política.

Este año encontraremos en el panorama electoral mexicano otras dos pruebas significativas: Coahuila y Estado de México. Ambas entidades han sido gobernadas casi exclusivamente por el PRI dadas las estructuras políticas de los dos estados, por lo que existe una amplia probabilidad de que, al haber generado la alianza con el PAN y el PRD, las gubernaturas sean retenidas ante la competencia de Morena.

Querétaro no tiene elecciones este año, pero el siguiente tendrá una participación significativa especialmente en las elecciones presidenciales. Por ello, desde el punto de vista electoral, esta alianza entre las fuerzas de oposición cobra mayor importancia, ya que empezaría a configurar el escenario político y electoral de cara a 2024, que alberga uno de los eventos más relevantes para el futuro del país.

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