En menos de 15 días dos megamarchas han servido para expresar a Andrés Manuel el rechazo ciudadano en contra de la violencia que ejerce contra sus gobernados y, en especial, contra las mujeres.

Dentro de las muchísimas reuniones, concentraciones, marchas y desfiles que organizaron las múltiples organizaciones feministas en el país, destacan las más de 62 concentraciones que se dieron cita en la Ciudad de México, tanto por las 9 horas de duración que tuvieron las diversas marchas, como por el número de participantes que superaron las 200 mil.

Fue notorio que las participantes salieron a reivindicar su condición y dignidad de mujer, y a exigir al gobierno el respeto a sus derechos, muchos de ellos conculcados en esta administración; que ha resultado peor que la calificada como neoliberal: feminicidios, reducción de espacios de participación política (Plan B), cierre de estancias infantiles, cierre de casas de seguridad para mujeres maltratadas, falta de medicinas y tratamientos para el cáncer y, en especial, la incontenible misoginia de Andrés Manuel.

Comparativamente con el año pasado, el incremento de mujeres que tomaron las calles fue exponencial. Y aunque para este gobierno nadie deba ganar más que el presidente ni hacer marchas más grandes que las que él hace -con acarreados-, es evidente que la fuerza, el poder de las mujeres y su actitud reivindicatoria se ha tornado imparable; y mucho tienen que decir y hacer de cara a 2024, para tener un mejor gobierno.

Otra lectura es la gran organización de las mujeres. Muchas y muy diversas organizaciones femeninas aparecieron como convocantes, quitándole el monopolio a los grupos radicales y violentos.

Algunas partieron desde diversos puntos de la ciudad con destino al zócalo. Otras optaron por no coincidir para no ser comparsas, ni víctimas, de los grupos violentos que a su paso atacan, golpean, agreden, insultan y pintan, lo mismo a mujeres que a hombres.

La temática de las convocatorias trascendió los estereotipos de los colores de las pañoletas, para tener como eje las reivindicaciones: parar, de una vez por todas, las violaciones, agresiones, discriminaciones y feminicidios; acabar con la impunidad de sus agresores y la indiferencia de las autoridades que son eficaces ante las presiones de otros países, y poco o nada hacen ante las demandas de sus ciudadanos.

Este hecho abre una gran esperanza entre las mujeres, quienes veían que el feminismo había sido secuestrado por la agenda política de la ideología de género, que no sólo las confrontaba con los hombres, la familia, la maternidad, sino contra ellas mismas al borrarlas e invisibilizarlas de la agenda temática, para centrarse en la promoción de los grupos LGBT.

El florecimiento de nuevos grupos femeninos permitirá recuperar la agenda política, social y cultural de las mujeres, lo que augura mejores condiciones de vida para ellas y, por ende, para toda la sociedad.

Un gran motivo de indignación han sido los ataques viscerales del presidente a la titular de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la magistrada Norma Lucía Piña, por el hecho de ser mujer, por haberle ganado el puesto que tenía reservado para su protegida Yasmín Esquivel y, en especial, por no doblegarse a sus caprichos, como lo hacía su antecesor.

Queda claro que AMLO no ha conectado con las mujeres de este país, a pesar de la escenografía que año con año le organiza su partido. Su evidente misoginia lo traiciona una y otra vez.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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