Apoyados por el gobierno de los Estados Unidos, representantes del lobby gay y el feminismo radical ocupan   altos cargos de la ONU, OEA, así como en múltiples organismos dependientes de ellos, con el propósito de convertirlos en promotores de la agenda LGTB; y de que las adopten en las legislaturas de todos los países, especialmente de América Latina.

Organismos de la ONU como UNICEF, UNESCO, OMS, entre otros; y, por parte de la OEA, el Sistema Interamericano, dentro del que se encuentra la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, están tomados por estos grupos.

En lo que va de este mes, diversos gobernantes han denunciado esta escalada ideológica auspiciada por estos organismos. El primer señalamiento, el 3 de octubre, estuvo a cargo de Katalin Novák, presidente de Hungría que, junto con Polonia, ha sido fuertemente señalada por defender los valores humanos y cristianos en su país y por defender su cultura nacional.

Frente a la Asamblea General de la ONU, Katalin Novák criticó a los países occidentales y a la ONU por estar enfocados en promover la “colonización ideológica” y “las guerras culturales” en lugar de evitar la guerra y promover la paz; “de impulsar la ideología de género, la autonomía sexual de niños y la propaganda homosexual y transgénero”; y llamó a los asambleístas a distinguir “entre lo esencial y lo irrelevante, lo importante y lo no importante, la realidad y la ficción”.

Le siguió el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, quien denunció el uso de mecanismos internacionales para promover “ideologías divisorias”; interferir en los asuntos internos, sin respeto a soberanía de los países, y llamó a estos a proteger los derechos humanos, comenzando por el derecho a la vida “desde la concepción hasta la muerte natural”. La Santa Sede los llamó a no “reinventar los derechos humanos”.

En México, en el XIV Congreso Mundial de las Familias, celebrado del 3 al 5 de octubre, dos paneles -—uno para el tema ONU y otro para la OEA—, coincidieron en señalar a ambos organismos de promover la ideología de género y la cultura de la muerte, a partir de una reingeniería social, abiertamente abortista, antifamilia y anticristiana. El ataque más agresivo va dirigido a los niños, a quienes quieren eliminar su condición de “sujetos de protección”, para convertirlos en “sujetos de derechos”, al impulsar el ejercicio de su sexualidad sin límites y que “escojan su género”, prescindiendo de la tutela de los padres. “Los derechos humanos son inherentes a la persona y no se otorgan por leyes, gobiernos o Estados”, se dijo.

El tercero fue la 52º Asamblea General de la OEA, celebrada en Lima, Perú, del 5 al 7 de octubre, cuya agenda era en torno a: matrimonio entre personas del mismo sexo; identidad de género autopercibida; es decir, cambio de sexo registral por mera voluntad; y, legalización del aborto incluso para niñas.

En un informe se denunció el condicionamiento financiero a instituciones americanas a cambio de asumir la agenda abortista y LGTB; y el compromiso de la OEA con lobbies ideológicos.

Por Lima circularon autobuses con el lema “Ser mujer es cuestión de biología, no de ideología”.

La lucha por las libertades —que antes tenía en estos organismos a aliados—, ahora tiene en ellos a enemigos. Lo mejor sería cambiar de funcionarios perversos y evitar que se sustituyan los derechos humanos con ideologías colonizantes y esclavizadoras.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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