Desde la semana pasada hay una tonada que no puedo sacar de mi cabeza, una canción que dice más o menos así: “No voy en tren, voy en avión; no necesito a nadie a mi alrededor”. Si usted es chavorruco, sabrá que la canción es del ícono del rock argentino Charly García, la cual se publicó en su disco Parte de la Religión.

¿Y por qué esta vieja tonada de la era del rock en tu idioma no quiere abandonar mis atolondradas neuronas? Pues porque el tema del avión presidencial, ese que no tenía ni Obama, nuevamente se ha vuelto a colocar en agenda porque el presidente López Obrador informó de 5 posibilidades para deshacerse de esa herencia que considera maldita que le dejó Felipe Calderón y que Enrique Peña Nieto a todo dar disfrutó.

Las posibilidades, en orden de importancia, fueron que el comprador que ofertó 125 millones de dólares apoquine otros 5 y pague los 130 mdd que tasó el gobierno federal como precio; la segunda es intercambiarlo con el gobierno de Estados Unidos a cambio de material y equipo para hospitales públicos; la tercera opción es venderla a 12 empresas nacionales en su conjunto; la cuarta es que la fuerza aérea lo administre y lo rente a 70 mil por hora.

¿Y la quinta opción? le preguntaron los reporteros al presidente Andrés Manuel y este respondió que rifarlo. ¿De a cómo el boleto?, preguntaron los inquietos reporteros; y como si fuera vendedor de lotería que trae el boleto de la suerte, el presidente respondió: “500 pesos, seis millones de cachitos de la Lotería Nacional”.

¿Quién la organizaría, presidente?, volvieron a la carga los representantes de la prensa y el jefe del poder Ejecutivo dijo: “La Lotería Nacional. A ver, lo explico. Estamos hablando de opciones, o sea, yo estoy transmitiendo información, la gente va a decidir qué es lo mejor o qué resulta. Claro que si hoy, si el comprador que da 125 dice: ‘Bueno, doy los 130’, vámonos; o que responda el gobierno de Estados Unidos, o sea, es lo que tengamos más pronto como opción”.

De inmediato, la twittósfera comenzó a llenarse de comentarios condenando la idea del presidente, comenzó el desgarre de investiduras y la condena de ese método tan poco ortodoxo de deshacerse del avión presidencial. Y enseguida comenzó la lluvia de memes y todo un fandango digital que hasta el momento sigue vivo.

Pero pocos comentarios he visto sobre las primeras cuatro opciones, toda la atención se va sobre la rifa, que, en efecto, parece una idea descabellada, una ocurrencia discursiva del presidente sembrada entre 4 propuestas más o menos coherentes.

Cortina de humo, caja china, distractor, entre otras cosas han considerado los detractores del presidente la última opción y tienen razón, lo que es inconcebible es que sigan cayendo en esas trampas donde hace que los que pierdan el avión sean los opositores y no la agenda que marca el presidente.

Mención aparte merece el diputado local por Morena, Mauricio Ruiz Olaes, que en una entrevista llegó a afirmar que con la venta del avión se pagaría, lea usted bien, ¡la deuda externa! Vaya, sabíamos que ese avión era caro, pero no a ese nivel, desde que el narco Caro Quintero dijo que él podía pagar la deuda externa si lo liberaban, no había escuchado posibilidad alguna de un posible pago de tal empréstito que tiene el gobierno mexicano.

¿Qué lecciones nos deja la idea de la rifa? Que el presidente crea trampas discursivas en sus conferencias matutinas y que la oposición debe saber escoger cuál de ellas debe enfrentar porque hasta ahora se concentra en nimiedades. En el momento en que dejen de tener efectos estos trucos retóricos, el presidente se verá obligado a modificar su discurso, pero para ello, México necesita una oposición con mayor sagacidad política que haga frente al discurso avasallador de López Obrador.

Periodista y sociólogo. @viloja

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