Tienen toda la razón para desconfiar, es un gobierno que no da garantías, mejor dicho: son gobiernos, todos, de todos los niveles, de todos los colores, que no dan garantías, que tienen la imagen, al menos la imagen, del cochupo como regla general y la transa como constante, que bien podrían salir con el domingo siete, “se perdieron las despensas”, “se otorgaron a nombre de fulanito o perengano, ¡acuérdate de mí en 2018!, ¿eh?”.

Cuando un país no desconfía de su sombra, lo normal sería una coordinación de la sociedad civil con el gobierno y, entonces sí, todo se mandaría a los centros de acopio oficiales que garantizarían su distribución correcta y sin corruptelas de por medio, pero ¡vivimos en México!, la desconfianza es de tal nivel que, incluso, una tienda departamental se anuncia en la tele y en la radio y garantiza dos cosas: primero, que duplicarán cada despensa comprada y, segundo, que ellos mismos harán la distribución casa por casa… o sea: que el gobierno no toca un pito en la campaña.

Desconozco si Elena Cepeda, la esposa de Graco Ramírez y titular del DIF en Morelos, habría o no cometido la pifia de bloquear camiones que llegarían directamente a las zonas damnificadas, ella tiene su versión y los denunciantes la propia, y también es cierto que si algo sobra en ese estado en particular es la grilla a elevadas potencias, pero el escándalo del fin de semana nos lleva a una reflexión que traspasa por mucho las nimiedades políticas de Morelos: la gente no confía en su gobierno, los mexicanos no confían en las autoridades que hoy trabajan en la emergencia nacional.

Existen numerosas organizaciones, de hecho, algunas generadas de forma espontánea, que se han organizado para brindar ayuda “de mano a mano” en la emergencia para los pueblos de Oaxaca, Morelos, Chiapas, Guerrero, Estado de México, Puebla y la Ciudad de México que se vieron azotados por los sismos del 7 y 19 de septiembre, son organizaciones transparentes, sin fines de lucro ni políticos, pero que tienen un común denominador, sin importar el origen del partido, simplemente, no creen en los gobiernos, piensan que la ayuda terminará con el logo de un candidato para las elecciones, que serán rematadas por grupúsculos en los tiangûis o vendidas a altos precios ante la escasez de la tragedia.

¿Podemos culparlos?, en el México de los gobernadores corruptos y la poca credibilidad gubernamental que se respira a flor de piel, definitivamente, tienen un punto ganado a pulso: su desconfianza es legítima.

Pero, ¿no sería mejor una ayuda coordinada con instituciones públicas que, en teoría, deberían saber dónde se requiere qué cosa y qué otra sobra?

La confianza se gana, no se exige en declaraciones, y es claro que al gobierno le resta un buen trecho para poder ser uno, como ocurre en otros lares, con la sociedad civil.

Quizá en otros 32 años...

DE COLOFÓN.— Gobernadores al presidente de un partido azul en una reunión previa al sismo: ¿Cómo se le ocurre declarar una guerra sin haber consultado antes a sus generales?... Son más de los contabilizados los rebeldes con causa.

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