Escribo este aforismo como ejercicio de síntesis tras ser depositario de pensamientos y experiencias procedentes de personas que lo estudian o estudiaron, pero también de quienes no. Así, este aforismo-premisa se funda con múltiples lecturas y en ninguna de ellas hay afán de elogio. Empero, invita a cuestionar por qué no cualquiera puede ser ese cualquiera que sí estudia un posgrado.

Podríamos esbozar potenciales respuestas, hipotetizar explicaciones o darle “carpetazo”, echar el tema al baúl de los recuerdos irrelevantes porque, seamos sensatos, la población interesada en posgrados es muy pequeña y seguramente sus problemáticas se diluyen en el mar de asuntos por abordar en el sector educativo. En primera instancia, así es.

Pero si continuamos a tientas en lugar de tomar la próxima salida de este camino difuso, quizás topemos con un destino abierto, o un muro sólido, que describa asuntos de interés público.

Aquí lanzo una sospecha: que en el sistema posgrado se observan algunas respuestas agudas de la sintomatología del sector educativo, quizás porque quienes lo estudian son adultos en un mundo adultocentrista. También propongo un ejercicio: pensar en el papel que tienen quienes lo estudian o estudiaron para construir mejores oportunidades de acceso o, por el contrario, dejar que la elitización absoluta suceda.

Después de la sospecha y la propuesta, me gustaría introducir definiciones. ¿Qué es un posgrado? La primera puerta a la especialización en las Instituciones de Educación Superior es el pregrado, en el que se obtiene una licenciatura o ingeniería. Un egresado de este nivel tiene aproximadamente 23 años, de los cuales ha dedicado 17 al estudio que, si no le bastan, puede buscar la siguiente puerta a la especialización, en el posgrado, que está diseñado para atender la necesidad de profundizar en los conocimientos y herramientas necesarias en la vida profesional o para desarrollar un tema de investigación.

En un mundo capitalista, es natural anticipar que existen posgrados en instituciones públicas y privadas. En ambos existen tres niveles: especialidad, maestría y doctorado. Dependiendo del programa, los bordes se difuminan, pues el tiempo que demandan puede ser completo, parcial o de fines de semana, horas que se tienen que invertir por un periodo de entre dos meses hasta ocho años. (1)

¿Qué perfil tendría la solvencia tan sólo para estudiar dos meses de tiempo completo?, ¿y ofrece mejores oportunidades?, ¿o será que se persigue el título como insignia de prestigio?

Cuando alguien dice que va por su tercer doctorado y tiene 33 años, teniendo otro trabajo de tiempo completo, hay elementos para pensar que dicho grado es de los que duran poco y la calidad educativa, cuando menos, levanta dudas, y para evitarlas, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología desarrolló el Padrón Nacional de Posgrados de Calidad. Así que los programas que tienen esta insignia, cumplen con los indicadores que el Conacyt pide, lo cual garantiza la calidad, cundo menos en el papel. Así, se reconoce sólo a 18 de cada 100 posgrados registrados en México. (1)

El padrón no sólo es una base de datos informativa, también representa una oportunidad para estudiar con una beca de manutención.

Cumple con su función formativa y social, pues acorta distancias al permitir que estudiantes puedan ingresar aunque no cuenten con los recursos económicos. También tiene el potencial de hacer más grandes las distancias, al generar un grupo de especialistas sin dimensión social.

Las becas son un punto de inflexión en esta narrativa con la que seguiremos en 15 días.

(1) Diagnóstico del Posgrado en México: NACIONAL. Coordinador: Marcial Bonilla Marín. COMEPO. Consejo Mexicano de Estudios de Posgrado, A. C. Primera Edición: 2015. Disponible:  https://www.posgrado.unam.mx/sitios_interes/documentos/comepo_regiones.pdf

@chrisantic

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