Inician hoy formalmente las campañas rumbo a las elecciones del 1 de julio, en donde el principal puesto en disputa será la Presidencia de la República. Cuando llega ese momento, cada seis años, se manifiesta la esperanza de que, ahora sí, los contendientes utilicen su tiempo principalmente en dar propuestas y debatir con civilidad. No ha ocurrido porque en la ambición de llegar al poder, los partidos creen que es más eficiente echar lodo y ofrecer ambigüedades; es para lo que alcanzan los pocos segundos de duración de cada spot.

En las últimas dos elecciones presidenciales las campañas se caracterizaron por su polarización. El resultado fue una sociedad cada vez más desencantada con la democracia y un sector de votantes dispuesto incluso a recurrir a la violencia con tal de hacer prevalecer su punto de vista. Para colmo, dos factores de riesgo se han añadido en los últimos años: la injerencia del crimen organizado y la creciente penetración de redes sociales en las que proliferan las noticias falsas.

En suma, las campañas que acaban de iniciar son las que más cuidado deberían propiciar entre los políticos. Como nunca antes existen las condiciones para avivar las llamas de la polarización y promover el odio hacia quien piensa diferente. En este momento casi cualquier persona tiene las herramientas digitales para esparcir mentiras y exageraciones, en tanto que por ser una elección en la que concurren procesos electorales en casi todos los estados del país, confluirán intereses de muchos grupos locales desesperados por incidir en el voto.

Dirán los estrategas electorales que los ataques a la reputación del contrario, la difusión de mentiras y otros métodos sucios son comunes incluso en países de primer mundo. Ahí está el mal ejemplo de Cambridge Analytica y el empleo de los datos de Facebook para la campaña de Trump. Sin embargo, ¿cuándo se ha intentado hacer lo contrario? ¿Qué caso de una estrategia en México, con base en propuestas, pueden los operadores políticos esgrimir para demostrar la falibilidad de no recurrir al odio?

Los partidos políticos y los candidatos son los primeros responsables en mantener la civilidad del debate, desde luego, pero cabe pedir lo mismo a las autoridades electorales, destacadamente el Instituto Nacional Electoral. Si permiten tan solo un spot que recurra a la mentira y al odio, abrirán la puerta a todos los demás para seguir el mismo camino. Para cuando ese material sea condenado por el Tribunal Electoral, será demasiado tarde. De ahí la enorme responsabilidad del INE.

El 2 de julio no sólo requerimos datos de votos. Necesitamos confiar en que el resultado no dividirá más al país.

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