Desde el inicio de nuestra vida independiente como nación, ha sido una aspiración el modelo federalista. El centralismo, con raíces en el Virreinato e incluso antes, ha inhibido la operación del federalismo, ya sea a través del poder político o de los recursos gubernamentales.

Los antecedentes del impulso al federalismo los encontramos en la figura del gran pensador federalista José Miguel Ramos Arizpe, que participó en las Cortes de Cádiz y en el Congreso Constituyente de 1823-1824. En el articulado del Acta Constitutiva, la comisión redactora de la Constitución, presidida por Ramos Arizpe, consolidó el tema federalista, a partir de varios principios. Se resolvió problema de la atribución de la soberanía, declarando que ésta residiría en la nación, pero, haciéndola compatible con la existencia de estados soberanos e independientes, en lo que tocase a su administración y gobierno interior. Y fue motivo de amplio debate posterior, antes de su aprobación.

Hasta la fecha, ha perdurado el régimen federalista consignado en el artículo 40 de la Constitución: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental”. Otra disposición importante la encontramos en el artículo 124: “Las facultades que no están expresamente concedidas por esta Constitución a los funcionarios federales, se entienden reservadas a los estados o a la Ciudad de México”.

El sistema federal clásico, llamado también federalismo dual, ha quedado atrás para dar paso a una nueva modalidad que parte de la idea de la distribución del poder, que se refiere a instrumentos y mecanismos de coordinación y cooperación. Se pretende integrar en un mismo mecanismo al gobierno federal y a los gobiernos estatales como piezas complementarias cuyas atribuciones se dirigen a lograr el bienestar social.

En 1994, el doctor Diego Valadés, escribió en su libro Constitución y Política: “…Existe un neofederalismo que está siendo empujado por la decisión política del Estado federal, que propende a descentralizar como una medida racional de subsistencia, y se debe asimismo al surgimiento de poderosas fuerzas sociales económica que buscan ámbitos para su expansión…”.

Lo anterior, se expresa constantemente, debemos implantar un nuevo federalismo y hacerlo más cooperativo. Pero el asunto ha quedado muchas veces en el discurso, es imperativo superar la tendencia centralizadora

En la doctrina mexicana se coincide que la nueva forma de las relaciones intergubernamentales tiene que ser con base en un sistema político y administrativo cercano a la sociedad, diseñar un modelo que permita nuevas formas de relación entre el gobierno federal y el de los estados. Se habla de un “federalismo coordinado o de cooperación”.

Puntualiza Enrique Cabrero Mendoza, “no es suficiente con un nuevo federalismo constitucional, sino que se tiene que consolidar una nueva práctica en el federalismo actual, se requieren cambios de actitudes, de comportamientos, de lógicas de intercambio entre actores, de mecanismo de resolución de conflictos, de sistemas de incentivos”.

Sin embargo, de unos años a la fecha existe una tendencia centralizadora, que se ve reflejada en cuestiones penales, electorales y financieros.

Tenemos el ejemplo desafortunado del INE. En 2014 se realizaron reformas en materia electoral, se crea el Instituto Nacional Electoral, dejando con una mínima competencia a las legislaturas locales, a los institutos electorales les cambia su naturaleza jurídica y constitucional, ya no son organismos constitucionales autónomos, ahora son una especie de oficinas de trámite, a cuyos miembros se les designa desde el centro. Vemos una institución con un gran dispendio de recursos y que le cuesta al país millones de pesos, simulando que interviene en las elecciones locales.

En un país tan grande como el nuestro, donde las necesidades son tan diferente, el federalismo es un ideal, un proyecto político que debe reconocer la existencia de fuerzas distintas del poder central. El federalismo permite atender los asuntos en su justa dimensión, si son de interés municipal, o de una entidad federativa o de todo el país.

Centralizar los temas lleva a la desunión del país.

Ex presidente municipal de Querétaro y ex legislador federal y local. @Chucho_RH

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