Tanto en México, como en los Estados Unidos, Europa y gran parte del mundo, nos negamos a ver lo que viene, mejor dicho, lo que va a seguir durante mucho tiempo: las grandes migraciones que ningún muro podrá parar. Nuestro secretario de Relaciones Exteriores bien puede presumir de nuestro papel de polizonte y vanagloriarse de haber reducido en un 56% el flujo migratorio hacía los EU, Donald Trump bien puede reclamar que es insuficiente, la realidad es la realidad.

Hace mil años, no, hace 40 años, tuve la suerte de asistir a la conferencia dada en el gran auditorio de la Universidad de Perpignan, su ciudad natal, por el admirable Alfred Sauvy, gran demógrafo que a sus más de ochenta años manifestaba una inteligencia formidable y profética. El orador empezó citando una novela de H.G. Wells que no he leído y cuyo título olvidé: después de trabajar tantos años en fábricas oscuras, los obreros no pueden soportar la luz del día y se quedan bajo tierra; pero, de noche, salen a la superficie y se comen a los burgueses decadentes vestidos de rosa.

Sin transición, Alfred Sauvy nos dijo: la amenaza del terrorismo que nos viene de Siria y Líbano es una broma en comparación con el desequilibrio que veo instalarse en el Mediterráneo occidental. Ustedes no ven que, en España, Italia, Portugal la disminución de la natalidad toma la forma de un verdadero derrumbe, mientras que, del otro lado del mar, Argelia y Marruecos duplicarán su población en los próximos 25 años. Y no hablo del poderoso crecimiento demográfico al sur del Sahara. De este lado, pueblos viejos que piensan en términos de pensión y tranquilo bienestar; del otro, pueblos jóvenes y exuberantes que necesitarán nuevo espacio vital.

Luego de plantear la cuestión en términos demográficos, nos habló de la desigualdad del mundo, de la dicotomía países ricos/países pobres, de la ignorancia absoluta de las proporciones, y, más graves de las dimensiones demográficas que tomarán en el futuro. Ya llegó el futuro y hay más de lo mismo que nos espera en el futuro. Lo dicho por Alfred Sauvy, creo recordar que fue en 1980, no se aplica a la sola Europa del Mediterráneo, sino a toda Europa, y a todos los países “ricos”, en todos los continentes, incluyendo a Japón y Australia, por más que sean unas islas.

Ciertamente, Estados Unidos no conoce la depresión de la natalidad que hace que en países como España el número de las defunciones supera el de los nacimientos, pero el movimiento migratorio de los pueblos “jóvenes y exuberantes” es irresistible. Marcelo Ebrard dijo hace poco que la tercera parte del flujo migratorio interceptado por nuestras autoridades está compuesta por mexicanos, y las dos terceras partes por centroamericanos.

Se habla mucho, y con razón, de la disparidad de los ingresos en el mundo y Pierre-Noël Giraud ha publicado libros excelentes sobre el tema; él toma en cuenta la variable demográfica porque, como buen economista, sabe historia y ha aprendido de Fernand Braudel que la base de toda nuestra historia es el número de los hombres. Los Estados Unidos atacaron, derrotaron, despojaron a México en 1846-1848, porque estaban en plena expansión demográfica, lo que los empujaba a devorar espacio: antes de la “conquista del Oeste” fue la conquista de nuestro Norte, de Tejas a California. En el siglo XX y en el siglo XXI, los 20, 40, 80, 120 millones de mexicanos emprendieron una reconquista. Nuestro crecimiento demográfico se va frenando, pero detrás de nosotros vienen los centroamericanos y demás venezolanos, colombianos, ecuatorianos, peruanos, que llegan también a la “vieja Europa”. En Londres están presentes millones de personas que vinieron de los cuatro vientos del difunto Imperio británico. La reina Victoria se quedaría asombrada de ver a los descendientes de los esclavos de Jamaica, de sus súbditos del Raj (las Indias, India, Pakistán, Bangladesh) poblar al Reino Unido.

Toda la historia de la humanidad, desde que Homo Sapiens salió de África hace 150,000 años, está hecha de migraciones. Con el peligro de la reacción de rechazo a la cual asistimos, no solamente en los Estados Unidos y en Europa, sino en todas partes, empezando por nuestro México.

Historiador

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