Amenazada, con cientos de hombres a unos metros de distancia, varios de ellos armados con piedras, palos, bombas molotov y la intención de agredir a los estudiantes que “no quieren clases”, la mujer periodista sostiene su celular para grabar y reportar lo que ocurre en la explanada de Rectoría de la UNAM.

Reportera de EL UNIVERSAL, egresada de la Licenciatura en Comunicación y Periodismo de la UAQ, está en un contexto de vulnerabilidad y riesgo durante más de 29 minutos —tiempo que dura el video subido a la página de Facebook—. Es la tarde del lunes 3 de septiembre. Ni el rector Enrique Graue ni los elementos de “vigilancia UNAM” hacen algo por impedir o detener el enfrentamiento entre los dos bandos. Ella, Teresa Moreno, continúa proporcionando datos a quienes siguen la transmisión, mientras en momentos se le quiebra la voz, porque el temor. Está vulnerable ante lo que ocurre.

Tres días después, también en la Ciudad de México pero en un contexto diferente al que padeció Moreno, una mujer periodista hace una pregunta al presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, quien entre las palabras que atina a decir para no responder se dirige a la periodista como “corazoncito”.

Los dos episodios han despertado indignación y críticas; poseen otros elementos en común, uno de ellos la condición de vulnerabilidad a la que se enfrentan la mayoría de las mujeres periodistas del país en su práctica profesional.

Aunque la reportera que hacía su labor en las inmediaciones del lugar donde se encontraba el presidente electo no fue amenazada verbalmente, ni estaba en peligro, la situación en la que estuvo involucrada a partir de las palabras de López Obrador nos recuerda la cultura machista de la clase política del país. La expresión “corazoncito” o frases semejantes para tratar de ‘desarmar’ a mujeres periodistas no son exclusivas de AMLO. En Querétaro también se cuecen habas con exdiputados locales, exfuncionarios e incluso exgobernadores que en no pocas ocasiones se han dirigido como “mamacita”, “mi reina”, “la muchacha” o “chaparrita” a las com pañeras de la prensa que viven en la rutina del diarismo.

Las limitaciones en el ejercicio de la libertad de expresión y el derecho a la información, consagrados en el artículo sexto de la Constitución, no vienen solamente desde las amenazas o agresiones físicas. En el caso de las compañeras reporteras, editoras, jefas de información y directoras de medios, los obstáculos llegan a sofisticarse o adoptar múltiples caras para que no se pueda realizar la labor en las condiciones mínimas e idóneas.

Aunque en el caso de lo ocurrido en la UNAM no se le podía exigir al gobierno federal o al de la CDMX la presencia de elementos de seguridad que, entre otras cosas, garantizaran el ejercicio del periodismo en la confrontación, por la autonomía de la Máxima Casa de Estudios, las autoridades universitarias sí tenían la responsabilidad de cuidar la integridad de sus estudiantes y de los y las periodistas que daban cobertura al evento.

En cuanto a la clase política del país —que, en su integración, continúa dominada por hombres en su mayoría, pese a la exigencia jurídica de la paridad de género en los cargos en ciertos contextos— todavía permean en mayor medida esas expresiones, acciones y conductas que no permiten a las periodistas ejercer su labor con libertad.

Las periodistas de a pie de este país tienen múltiples retos y desafíos, así como exigencias que hacer en el fortalecimiento del profesionalismo. Lydia Cacho, Marcela Turati y Claudia Ivonne Hernández —las tres partícipes del Hay Festival Querétaro 2018— son casos de periodistas que construyeron su credibilidad y prestigio con base en luchar, exigir y no amedrentarse contra hombres en el poder o la falta del respeto por cuestión de género.

Momento de los estudiantes para limitar al poder.

Los estudiantes de nivel superior en este país están respondiendo a la altura del momento histórico-social a partir de la agresión del grupo de porros, el lunes 3 de septiembre en las inmediaciones de Rectoría. Es momento de impedir excesos desde el poder como hace 50 años. El país no está para aguantar otro contexto como el de 1968.

Periodista. @carloaguilarg

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