“La Librería” es una novela publicada en español por Impedimenta, de la autoría de Penélope Fitzgerald, una escritora que para mí ha sido un descubrimiento muy agradable por su estilo, que con sencillez aparente aborda temas complejos.

El libro narra las experiencias de una viuda que decide abrir una librería en su aislado pueblo británico, cuenta el significado que tiene para élla este acto, en apariencia innecesario, así como su interacción con los pobladores del lugar.

En realidad, la anécdota sirve para contar varias historias, la que me interesa es aquella que refleja las relaciones de poder, entre una mujer sola, otra poderosa y un representante de la más alta y tradicional aristocracia.

Se muestra el juego que representa para alguien con poder el aplastar a quien no lo tiene, por el simple gusto de poseer algo solo porque se puede, así como el hecho de que una ciudadana común sólo puede frenar tal embate apelando a un poder mayor, no en razón económica sino por alcurnia.

Al final, me parece que esta estupenda novela puede (debe) leerse en clave política; su análisis penetrante desde luego va más lejos que el pueblo en el cual se desarrolla la trama. Ya existe una película basada en el libro.

Elena Garro escribió “Los recuerdos del porvenir”. Una novela que ya de inicio deslumbra al descubrir de quién es la voz del narrador, y que habla de ese México geográfico-mítico en que se encuentran también las imágenes de Rulfo y Arreola.

Se trata de un texto centrado en una época complicada de nuestra historia, conocida como la “Cristiada”, que Garro usa como un lienzo sobre el cual pinta magistralmente el desvanecimiento de una sociedad espiritualmente porfiriana que se diluye inevitablemente.

El poder es retratado de diversas formas: descarnado en el ejercicio de la fuerza por quienes están sujetos a los deseos de su jefe inmediato más que a un lejano gobierno central; el social, sutil pero siempre presente y que por un lado muere al querer conservar una forma de vida ya imposible, pero que en otros personajes demuestra la flexibilidad acomodaticia del que siempre cae parado y, por último, el poder personal que se ejerce sobre alguien a través del rechazo insuperable.

Ambas novelas retratan formas sutiles y brutales del poder, pero siempre implacables; presentan sociedades ancladas en un pasado glorioso que no pueden, ya sea por la muerte o la falta de fuerza real, oponerse a los designios de los nuevos detentadores de ese poder, ya sea económico o político.

Y están las víctimas. Mujeres y hombres que se enfrentaron a las decisiones de fuerzas mayores que las suyas, que confiaron en la posibilidad de vencerlas, y al final pierden y se les aniquila, incluso en un sentido físico.

La reflexión sobre el poder siempre es necesaria. Que existan quienes mandan y quienes obedecen es una realidad de la que no podemos escapar, presenta diversas facetas que no se circunscriben a lo político, sino que también abarcan lo cultural y, sobre todo, lo tradicional.

¿Qué pasa cuando se instaura una nueva manera de ejercer el poder? ¿Cuando se modifican (parcial o totalmente) las élites? ¿Qué sucede entre la resistencia al cambio y la flexibilidad para adaptarse? En las novelas de que me he ocupado usted encontrará algunas sugerencias, más que respuestas, sobre estas preguntas; y además, provenientes de estupendas plumas femeninas.

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