Si caminamos por la calle de nuestra ciudad y observamos alrededor, de alguna manera podríamos comprender algunos componentes del entorno: el tipo de clima, la vegetación, el tráfico. En este caso, nuestra ciudad podría ser considerada un modelo de estudio sobre condiciones climatológicas, ecológicas y de transporte. Luego, podríamos concluir que otras ciudades con condiciones similares a nuestra ciudad —como densidad poblacional, nivel de industrialización y latitud—, tendrían características similares.

Los modelos de estudio sirven para comprender generalidades de la realidad basadas en el análisis de un pedazo pequeño de la misma, bajo ciertas premisas y reconociendo limitaciones conocidas. Además, permiten que las investigaciones se realicen en un marco ético e incluso legal.

Existen varios modelos de estudio del desarrollo en plantas (ej. Arabidopsis thaliana) y animales (ej. el “gusano” Caenorhabditis elegans o el ratón Mus musculus), que nos permiten conocer algunos de los procesos conservados en la evolución del reino Plantae y Animalia, respectivamente. Sin embargo, algunos modelos están limitados para obtener resultados en los que la evolución siguió caminos distintos. En estos casos, no queda más que aproximarse a la especie en cuestión: hay que hacerlo de manera directa.
Estudio en humanos.

El 14 de febrero del año 2020, durante el bloque de conferencias titulado “Donadores vivos: Cómo los voluntarios donan tejidos y tiempo para el avance de la ciencia”, en la convención anual de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, se desarrollaron temas interesantes sobre el estudio del cerebro como la utilidad de tejidos post mortem e in vivo, el efecto que famosos o “influencers” fuera del ámbito de ciencias pueden provocar para que cientos de personas con alguna enfermedad donen sus propios tejidos, y el debate ético que acompaña a todo lo anterior.

Muestras de cerebro post mortem e in vivo.

En entrevista con la revista Science, Ed Lein, del Instituto Allen para la Ciencia del Cerebro (quien presentó en la conferencia ya mencionada), explica que hay diferencias genéticas entre ratones y humanos que no permiten usar a este roedor como modelo para comprender algunas enfermedades como la depresión y la ansiedad. De tal modo que para estudiar estas enfermedades y luego diseñar terapias que alivien dichos padecimientos, es necesario estudiar tejido directamente del humano.

Ed Lein indica que las muestras post mortem (es decir, una vez que la persona ya ha fallecido) describen algunos sucesos celulares, sin embargo, hay otros estudios que necesitan el tejido vivo, el cuál era más difícil de obtener. Sin embargo, con el avance de los procedimientos quirúrgicos, cuando hay voluntad del paciente, es posible obtener una muestra de su cerebro vivo; aprovechando alguna otra intervención que de todos modos la persona requeriría. Al obtener este tejido vivo, es posible conocer más de la actividad neuronal, desde su apariencia, la forma en que se activan y qué es lo que están haciendo sus genes en tiempo real.

En México, desde 2018, se ha reportado un aumento en la donación de órganos, sin embargo, no hay información disponible sobre cuántas de estas donaciones se convierten en base de estudio para conocer mejor la fisiología humana y cómo es que los humanos reaccionan ante algunas enfermedades. Los procedimientos que reporta Lein Allen quizá son una realidad en Estados Unidos, pero no en otros países en vías en desarrollo.

Sin duda, ser parte del diseño de una terapia que cure a miles de personas es algo en lo que a todos nos gustaría contribuir. Quizás algún día, posterior al análisis ético e incluso legal para donar tejidos vivos, sea una realidad en México. Por ahora, para ser parte de los estudios del Instituto Allen para la Ciencia del Cerebro, es necesario ser parte de su programa de investigación.

@chrisantics 

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