Una mudanza siempre es tediosa y compleja, no nos damos cuenta de qué tan grande es la labor hasta que comenzamos, se consiguen cajas, bolsas negras de plástico, recomiendo personalmente las medianas y las jumbo para los blancos

Mudarse de vivienda implica muchas cosas y hay un profundo significado detrás de un hecho tan simple como ese. La mayoría de las personas odian mudarse porque esto implica romper la mecanicidad y están muy cómodos haciendo todo en automático.

Cuando nos mudamos nos vemos obligados a mover objetos, a limpiar mugre, arreglar cosas dañadas y a botar otras y en nuestra vida interior también podemos hacer lo mismo, hay muchas cosas que podemos mejorar y otras que hay que ir dejando, por ejemplo, costumbres hábitos y amistades, a veces se pueden arreglar, otras veces hay que dejarlas de lado, igualmente  acumulamos rencores, venganzas, resentimientos, ese es el mugre interior que tenemos en el plano psicológico.

He tenido varias mudanzas. La primera y que fue muy significativa fue la de mi papá mudándose  con la vecina bajo un amor abrumador, sacar sus herramientas en botes de pintura, su cortadora, una mesita de madera y la televisión; lloré toda la noche, nunca supe si por mi padre o porque nos dejó sin el aparato que nos llenaba de felicidad.

Lo que sí sé es que para mí los cambios suponían algo doloroso y fue un anclaje. Años después me mudé con mis dos hijos, a los 18 años, de la casa de mi mamá, me salí muy decidida a formar mi propio hogar, con una cama regalada, un roperito y un antecomedor usado.

Enfrentarme al mundo a tan temprana edad me ayudó a apreciar y buscar movimientos en mi existencia.

Otra mudanza significativa fue cuando por algunas situaciones viví un gran cambio: mi hijo había fallecido, mi hija se había mudado con su papá y mi hija mayor ya tenía una familia.

Enfrenté un duelo doloroso, porque era una mudanza donde todos habían encontrado un lugar que no era conmigo y me llevó a una lucha por mi propia salud y mi cordura, con mucho trabajo este cambio marcó una pauta en mí y una vez sanado mi dolor, me descubrí siendo muy feliz viviendo sola hasta que decidí irme a vivir con mi ahora esposo, literal, dejé la casa donde había formado una familia con mucha ilusión y compromiso.

Ese febrero de 2014 dejé la casa tal y como estaba, con tres recámaras dispuestas con todo lo necesario para vivir, sala, comedor, dos baños y hasta con el último papel higiénico, con cada marca en la pared, con nuestras voces archivadas en el vacío, con cada risa y todos los registros de nuestra vida en esa casa.

Salí con solo dos maletas, mi DVD y mi pantalla recién comprada, con muchas ganas de experimentar nuevas facetas, nuevos planes. No dejé atrás los afectos y el amor de mis hijos, no me olvidé de la mirada de los que amé y me amaron en esa casa, lloré durante el camino porque lo único lleno eran mis maletas con mi aliento en ellas.

Mudé de piel, de amores, de vida. Mudanzas van y vienen y yo voy transformándome con ellas.

*Artista visual, escritora y terapeuta

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