Me gustó una caricatura    
que dice:  “Ya me voy a Madrid, lo único que me voy a perder es el frutsi y la torta. No me va bien nunca”. 
Ricardo Monreal,
senador morenista

La movilización oficialista o contramarcha que organizó López Obrador —como acto de campaña desde el poder—, luego de la manifestación ciudadana en defensa de la democracia y el INE, dista de ser una expresión libre y voluntaria luego de muchos participantes, además de transporte y comida,  recibieron  dinero, según reportaron diversos medios de comunicación.

El presidente, en su revire y desquite, buscó promocionar a su movimiento, independientemente de ser, además, un evento de autoalabanza e incienso. De AMLO para AMLO.

A la vieja usanza, como demostración de fuerza, que recuerda tiempos idos, también los antiguos priistas hoy morenistas, mostraron al priista que llevan dentro, en clave clientelar y populista.

El discurso lopezobradorista, luego de fracasar en la minimización de la exitosa manifestación democrática,  incluyó tres mentiras centrales: 1) la marcha presidencial no tuvo que ver con la ciudadana, cuando resulta evidente que fue una respuesta oficiosa y oficial; 2) no habría acarreados, cuando el aparato oficial se apostó a la realización de la misma, a cualquier precio y sin austeridad; y 3)70% lo respalda –según sus datos-, lo cual es una falsedad porque las encuestas no coinciden en ese porcentaje.

Previamente, además de la promoción presidencial,  se conocieron  paquetes de autoridades morenistas –con desvío de recursos públicos- para facilitar el “traslado”. Sí, el acarreo en los tiempos de la  Cuarta Transformación. Son muchos los casos documentados de triquiñuelas y mentiras de quienes dicen no ser iguales. Aquí, unos ejemplos.

Como circula en video, el líder estatal de Morena en Veracruz, Esteban Ramírez Zepeda, dijo: “Vamos a decirles aquí a los alcaldes y a las alcaldesas que agarren tantito de los ahorros para que nos ayuden…”.

Gibrán Ramírez, quien fuera aspirante a la dirigencia nacional de Morena, aseguró que  trabajadores de gobiernos morenistas en el norte de la república  fueron instruidos para acudir y que los gobiernos pagaron los gastos, además de que, aseguró: “clasista no es denunciar el macro acarreo para el desfile presidencial; clasista es decir que se gobierna para los de abajo, instrumentarlos y utilizar sus recursos para el oropel que complazca el ego del rey -como antes, como siempre”.

Otro asunto patético es la aparición de carteles de invitación en vagones, taquillas e instalaciones del Metro de la Ciudad de México, lo que se convirtió en un caso de fantasmas. Nadie respondió por la propaganda: ni Morena, ni las autoridades. ¿Habrá sido el pueblo bueno?

Con la convocatoria presidencial y la maquinaria gubernamental, hubo una asistencia importante, aunque muy lejana de las cifras oficiales. Llama la atención que Claudia Sheinbaum, que justificara a Batres por haber calculado en 12 mil los asistentes a la concentración ciudadana –al decir que no hubo dolo-, fuera quien entonces apoyó la versión de López Obrador de que serían alrededor de 60 mil los participantes, y ahora diga que en la oficialista hubo un millón 200 mil personas. ¿No hay dolo?

Sin la autenticidad y espontaneidad que tuvo la expresión de la ciudadanía, la movilización oficialista trató de ocultar, efímeramente, el rechazo a la maniobra electoral del Presidente por controlar las elecciones en favor del morenismo.

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