Resulta muy interesante tratar de conocer y llegar a entender los motivos y razones que llevan a la gran mayoría de las personas, quienes forman parte de una gran comunidad social en las ciudades y más pequeñas en los pueblos, a adoptar ciertas costumbres que podríamos calificar como “modas”, las cuales terminan caracterizando  y son una referencia sobre la misma por determinados periodos de tiempo que podríamos agrupar en décadas. Es así como identificamos épocas en la historia de las civilizaciones y más aún por las expresiones artísticas desde la antigüedad hasta nuestros días, donde contamos con múltiples medios de registro testimonial sobre las maneras que las personas convivían, vestían, se maquillaban, se peinaban, etcétera, y cómo lo hacen hoy.

Desde los orígenes de la humanidad, esas características particulares que nos hablan de una comunidad han estado presentes. Muchas de ellas obedecen a usos y costumbres, algunas prevalecen y se conservan desde épocas inmemoriales al estar vinculadas con rituales y celebraciones religiosas y sociales tales como nacimiento, juventud, matrimonio y muerte. Varían mucho de acuerdo a la geografía de nuestro planeta que ofrece una amplia diversidad de países, razas, colores, así como a los diversos estratos sociales y regiones que los conforman.

Esa diversidad cultural se fortalece con otras expresiones sociales como las bellas artes y las gastronomía, dando matices únicos que nos permiten, junto con características físicas propias de la evolución natural, saber quién, dónde y cuándo. Podría decir que conocer sobre la diversidad cultural es una maravillosa forma de disfrutar esta efímera vida donde las personas realizamos nuestro propio y personal ciclo natural. Ese lado luminoso del arte y la cultura engrandece y honra al ser humano porque mantener y proteger tradiciones conlleva respeto, memoria, civilidad y de manera destacada, la oportunidad de trascender.

En contraparte, hay desafortunadamente muchos otros cambios culturales que  nos manifiestan realidades que caracterizan a las distintas generaciones. Se dan cuando la sin razón se hace presente y las costumbres cambian al ser más fuertes los intereses y despropósitos que alteran y dañan las condiciones y el entorno de lo cotidiano en una comunidad. Pareciera que muchos de los valores se desintegraran y sus cenizas fueran depositadas en el armario del desuso y peor aún, del olvido. Surgen entonces ideas donde si desearlo o sin pretenderlo, simplemente proponen dejar a un lado el respeto por los demás, la conciencia de que debemos cuidar y proteger aquello que debe pertenecer a todos y sin pensarlo, consideran inútil y obsoleto todo aquello que nos ha permitido alcanzar armonía y civilidad.

Me pregunto ¿cómo es que han sucedido cambios culturales en generaciones como las contemporáneas y no nos dimos cuenta, sino hasta que algunas de sus consecuencias se han manifestado con daños que podrían llegar a ser irreparables? Tal vez pudiera ser tan solo un punto de vista derivado del paso del tiempo, una simple  y llana consecuencia de la edad que ya tenemos quienes rebasamos el medio siglo de vida. Creo que obedece más al exponencial crecimiento de la cantidad de información que lejos de fortalecer, debilita las creencias colectivas y pulveriza lo comunitario dando paso a lo estrictamente individual y a la prioridad de darle valor únicamente a lo inmediato o a otras “modas”.

Si fuéramos capaces de pensar en darle prioridad al esfuerzo social, fundamentalmente encaminado a escuchar de nuevo el consejo de nuestros padres y abuelos, así como buscar mejores condiciones para nuestros hijos y sus hijos, seguramente podamos reencontrar un rumbo más cercano a eso que, pareciera buscamos la gran mayoría, una vida feliz en este cada vez más cercano mundo donde se mueve este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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