Aunque existen hipótesis generales sobre la etiología del cáncer, en ochenta años, luego de las primeras e irrefutables conjeturas científicas del gran fisiólogo alemán que la descubrió (Premio Nobel 1931), se ha seguido investigando sobre este mal que acaba de ser calificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como de muy alto riesgo, dado el incremento de muertes por esa causa, especialmente en las últimas décadas.

Existen datos interesantes de descubrimientos recientes: uno de ellos está relacionado con la relación cuerpo-mente. Las condiciones psicosomáticas de una persona (el término se refiere al proceso de origen psíquico que tiene influencia en lo somático, en lo corpóreo) pueden influir en el desarrollo de la enfermedad.

Científicamente no se desconoce la importancia de los procesos emocionales en la aparición y desarrollo de algunas enfermedades, pero este proceso es difícil de precisar por depender de factores y variables difíciles o imposibles de estudiar científicamente.

He escuchado a neurólogos que aseguran que un enfermo X con cáncer en el cerebro, luego de estudiar sus antecedentes personales y familiares, existe un indicio, un síntoma relacionado con severas frustraciones del individuo, graves conmociones emocionales y su reflejo en malestares que se desarrollan (tumores) y derivan en este grave mal.

Ahora bien, la probabilidad de morir por algún tipo de cáncer es mayor si una persona vive en Latinoamerica, esto se debe a las desigualdades económicas, la falta de políticas y campañas de prevención más los hábitos alimenticios y de salud que imperan en la región.

En un informe reciente, expertos advierten que esta combinación de factores puede conducir a los países de Latinoamérica a caer en una "epidemia devastadora" de cáncer si no se toman medidas urgentes: destinar más dinero en campañas de control y prevención.

Según el informe, publicado apenas hace unos días en “The Lancet Oncology”, por cada 100.000 habitantes hay 163 casos de cáncer. Una cifra que es mucho menor a la registrada en EU o Europa. Pero el problema está en que el índice de mortalidad es casi el doble que la proporción en estos países desarrollados.

Por su parte, Andreas Ullrich, de la OMS, asegura: "La mortalidad está creciendo debido a los cambios demográficos y al aumento de comportamientos riesgosos como mayor consumo de tabaco, aumento de la obesidad y la inactividad física".

El especialista dice que si bien hay excelentes hospitales en Sao Paulo, Ciudad de México y muchas de las principales ciudades de la región, “…gran parte de la población depende de un sistema nacional de salud que no prioriza la prevención y tratamiento del cáncer.”

Paradójicamente los hallazgos más importantes de los últimos años han sido descubiertos por investigadores latinoamericanos.

Pongo dos ejemplos: no hace muchos años, la medicina genética brasileña se apuntó una victoria al desarrollar una vacuna anti cáncer para piel y riñones. La vacuna es fabricada en laboratorio utilizando un pequeño pedazo del tumor propio del enfermo. En 30 días está lista y es remitida al médico oncólogo del paciente. Los resultados han sido comprobados.

El argentino Gabriel Rabinovich ha logrado una proeza científica al cercar una pieza clave del cáncer, cerrando el ciclo que va desde la mesada del laboratorio a la cama del paciente.

La pieza clave del rompecabezas de procesos fisiológicos que desembocan en un tumor es una proteína, la Galectina-1. Rabinovich y su grupo de trabajo descubrieron que tiene un papel protagónico en el crecimiento de los tumores y la formación de metástasis.

El espacio se acaba y tengo que terminar esta serie que mereció algunas consultas, esperando haya sido útil a los lectores, aunque no haya sido mi tema, ni de mi total agrado.

Editor y escritor

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