El sábado 14 de enero se llevó a cabo el concurso Miss Universo en el que se coronó a la representante de Estados Unidos, la américo-filipina R’Bonney Gabriel.  El certamen de Miss Universo inició en 1952 como una estrategia de mercadotecnia de la empresa californiana, Catalina, después de que la ganadora de Miss América se negara a usar uno de sus trajes de baño. La primera ganadora fue Armi Kuusela de Finlandia.

Muchos cambios han ocurrido al concurso que ha visto mermada su audiencia en los últimos años. Al inicio, se exigía que todas las representantes fueran solteras, nunca se hubieran casado y nunca hubieran dado a luz o fueran madres.

También se exigía una estatura mínima de 1.70 y una edad máxima de 25 años.

Este año las reglas cambiaron, lo que ha generado una gran controversia, especialmente tras la compra de la franquicia por la empresaria transgénero Anne Jakapong de Tailandia quien busca romper estereotipos de género al proponer medidas más incluyentes como son que las mujeres con hijos y casadas o divorciadas y las embarazadas o que se encuentran lactando puedan participar. Otro de los cambios en este año fue la composición del jurado que estuvo integrado solo por mujeres, igual que la conducción del certamen.

Aun cuando los días en que Donald Trump hostigaba a las concursantes en los camerinos han pasado, muchas cosas permanecen igual. Por ejemplo, el desfile en trajes de baño se ha mantenido como un elemento básico del certamen y los tipos de cuerpo y las características de las concursantes siguen siendo increíblemente similares.

De acuerdo a declaraciones  de la nueva dueña del certamen, las concursantes deben tener inteligencia y aplomo para aspirar al título de reina de belleza. La realidad es que son seleccionadas principalmente por su apariencia.

Igual que muchas feministas, considero que este tipo de concursos promueven la cosificación de las mujeres y perpetúan estereotipos de género. Sin embargo, también creo que las mujeres que decidan participar tienen derecho a hacerlo, siempre y cuando no se utilice dinero público, especialmente cuando estamos frente a ejemplos internacionales de graves retrocesos en materia de derechos humanos de las mujeres y a nivel nacional los programas para erradicar la violencia contra las mujeres y niñas han sufrido recortes importantes.

Los concursos de belleza naturalizan la desigualdad y la discriminación mediante símbolos e imágenes estereotipadas, que explotan la imagen de las mujeres y generan en niñas y jóvenes la idea de que su valor está limitado a su apariencia física.

Reconozco los cambios en el Miss Universo que intenta implementar la nueva propietaria del concurso,  sin embargo, en tanto a las mujeres se nos muestre como objetos de intercambio comercial y se nos juzgue por nuestros atributos físicos, siempre estaré en contra de los retrocesos que los concursos de belleza representan en la lucha por nuestros derechos.

Titular de Aliadas Incidencia 
Estratégica e integrante de la 
Red Nacional de Alertistas. 
Twitter: @mcruzocampo 
FB: maricruz.ocampo

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