El estado de Querétaro, y de manera particular su capital, ha tenido un crecimiento impresionante que comenzó hace un par de décadas, producto primordialmente del asentamiento de empresas y la llegada de grandes sumas de inversión. Esto ha traído los reflectores a nuestra ciudad que, junto con sus bajos índices de inseguridad, comenzó a ser vista como ejemplo de espacio de prosperidad y tranquilidad. No obstante, de la misma manera y como era de esperarse, desencadenó la migración nacional hacia el estado y su municipio capital. La pregunta es: ¿acaso es un mal para la sociedad queretana?

A pesar de cómo muchos piensan y de cómo la sociedad natural de Querétaro lo siente, la respuesta es un rotundo “no”. Hace miles de años cuando las culturas prehispánicas poblaban nuestro territorio en mayor cantidad,  incluso miles de años antes que esto y en otras latitudes, las personas se agrupaban en grupos llamados “tribus”. Cada una tenía una manera de pensar y operar, aunque similar a las demás. Sin embargo, todas protegían su espacio, ya sea porque para ellas representaba algo sagrado, o bien, más comúnmente, porque significaba un terreno que les ofrecía beneficios, como tierra fértil, ríos o lagunas para beber agua, pescar o simplemente hacer uso del líquido; y demás recursos naturales.

Por ende, estaba en el interés de los integrantes de las tribus el cuidar y proteger su espacio ante individuos ajenos a ella, quienes potencialmente podrían deteriorar dicho espacio o invadirlo, quedándose con el territorio y privando a los pobladores “originales” de sus beneficios. De ahí la animadversión de las personas por los foráneos o extranjeros, que desde luego se ha modificado y ha pasado a través de los siglos y milenios. A pesar del cambio de pensamiento impulsado a través de las nuevas ideas y normas que direccionan nuestra manera de pensar hacia la tolerancia e inclusión, este sentimiento de protección hacia el territorio propio ante ajenos sigue presente en la sociedad.

En Querétaro no es la excepción. Gracias al crecimiento económico de su capital y de la creación constante de trabajos en virtud de varias cosas, entre ellas el establecimiento de empresas y la llegada de grandes sumas de inversión nacional y extranjera, un proceso migratorio se ha estado suscitando desde hace años a este espacio, siendo Ciudad de México, Estado de México, Hidalgo, Guanajuato, Michoacán y San Luis Potosí las entidades federativas desde donde más personas han migrado. Esto ha provocado un cierto hostigamiento en la sociedad queretana, presentando animadversión en algunos casos hacia los nuevos integrantes de Querétaro.

Con la llegada de miles de personas que han migrado desde otros puntos de México hacia Querétaro, es natural que en los residentes de la ciudad exista una sensación de ser invadidos, no obstante, así como en cualquier otro país, la migración aporta, mas no quita; no pudo haber crecimiento económico en el estado sin haber tenido más población, es decir sin los migrantes. En este caso, si Querétaro ha presentado un crecimiento económico producto de las empresas e inversiones que han llegado, es natural que sea destino de migraciones. Aquí es importante mencionar que, a diferencia de lo que muchos piensan, los niveles de inseguridad no van ligados de manera directa a los niveles de recepción de personas migrantes, que es parte del combustible de la animadversión expresada anteriormente.

Es interesante exponer aquí que, como sucede en varias ciudades de otros países, los migrantes generalmente están deseosos de brindar lo mejor de ellos en los ámbitos laborales, profesionales, sociales y culturales, por lo que el hecho de que su llegada a nuestra ciudad debe ser aceptada y agradecida, pues tiene el potencial de ofrecer beneficios a nuestra sociedad y a su productividad.

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