Siendo serios, ni México ni la violencia pueden conjugarse en singular. Decir que México es un país violento oculta la situación: hay Méxicos muy violentos y otros no tanto. Lo mismo sucede con las violencias. Según la región analizada varían las expresiones de la criminalidad.

Por tanto, para enfrentar la mayor epidemia de nuestra época es absurdo suponer que hay soluciones nacionales y un solo tipo de crimen que enfrentar. Si los problemas son diversos, se requieren remedios igual de diversos.

El reporte sobre incidencia delictiva del fuero común, publicado este mes de enero por el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), pega de gritos a propósito de la heterogeneidad que exhibe la violencia mexicana.

Hay entidades donde el principal problema es el robo con agresión y otras donde el homicidio intencional (doloso) resulta la principal tragedia. Sorprende que, salvo dos excepciones, en el resto del país no coincidan con igual intensidad ambos delitos.

En principio podría suponerse que, cuando la violencia se generaliza, el homicidio doloso y el robo con violencia ocurren con la misma frecuencia. Y, sin embargo, el reporte del SNSP muestra que en nuestro país ese no es el caso.

Guerrero, por ejemplo, es el segundo estado de la República dónde más homicidios dolosos suceden. Sin embargo, el robo con violencia no es tan frecuente. En contraste, el Estado de México tiene el número más alto en denuncias por robo violento, pero ocupa el cuarto lugar de la lista nacional por la cifra de homicidios intencionales.

No sería responsable aventurar aquí una hipótesis explicativa para este comportamiento diferenciado, pero cabe alertar sobre la impertinencia de recetar al Edomex y a Guerrero con la misma medicina.

Dentro del Estado de México vive alrededor del 12.5% del total de la población del país y, sin embargo, en esta entidad sucede el 27% de los robos violentos. Si un asaltante leyera estas líneas sabría que su oficio goza de gran impunidad en el Edomex. Destacaron el año pasado las denuncias por robo de vehículo (26 mil 487) y robo a transeúnte (19 mil 723).

En cambio, esta entidad sólo aporta el 8% de los homicidios intencionales; es decir, 2 mil 041 denuncias en una población que tiene más de 15 millones de habitantes.

Pareciera que el gobierno del Edomex tiene un problema serio de seguridad relativo a las bandas de delincuentes que se dedican al hurto, pero no enfrenta problemas tan graves de mortandad criminal.

Este mismo análisis indicaría que Guerrero experimenta la dolencia inversa. A pesar de que el robo de vehículos es un problema, el principal síntoma de la violencia guerrerense es la muerte que las bandas dedicadas al cultivo y trasiego de la droga han impuesto sobre la población civil.

La Ciudad de México es otro caso paradójico. Ahí ocurren ambos delitos —robo violento y homicidio intencional—, pero el segundo fenómeno parece ser mucho más serio. La capital da cuenta del 25% de los homicidios dolosos a nivel nacional, en cambio sólo aporta el 12% de los robos con violencia. En otras palabras, desde el punto de vista estadístico, es más probable morir asesinado en la CDMX que sufrir un asalto a mano armada.

Además del Edomex y la capital mexicana, otras entidades que padecen el robo con violencia son, por orden de preocupación, Jalisco, Puebla, Baja California, Guanajuato y Veracruz.

Con respecto al delito de homicidio doloso, después de la CDMX y Guerrero, siguen en la lista Baja California, el Edomex, Veracruz, Chihuahua y Sinaloa.

Resulta obvio que el Valle de México es la zona más peligrosa del país, considerando ambos delitos de manera conjunta. Este hallazgo, sin embargo, no es el más relevante, dado que en esa región se concentra un número muy importante de habitantes.

En contraste, particular atención deberían merecer Guerrero, Baja California y Veracruz por las muertes violentas, así como Jalisco, Puebla y Guanajuato por la cantidad de robos a mano armada que sucedieron el año pasado.

Un análisis todavía más fino de este mapa podría hacerse revisando los indicadores por municipio, ya que, así como no hay medicina nacional que sirva, tampoco la hay que dé resultados si se concibe a nivel estatal. La unidad de análisis para enfrentar nuestra peor dolencia son las regiones dentro de las entidades federativas.

ZOOM: ahora que vienen las campañas presidenciales, merecerá abucheo aquel candidato que ofrezca recetas generales contra la violencia. Para atender seriamente esta epidemia se requiere de un microscopio y no de binoculares.

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