Decepcionante y hasta humillante resultó la posición asumida por el ahora denominado Gobierno de México al abstenerse de apoyar, primero, la resolución del Grupo de Lima relativa a solicitar a Nicolás Maduro no asumir la presidencia de Venezuela. Resolución que fue aprobada por 13 de los 14 integrantes del grupo. Segundo, México se abstuvo al votar la resolución de la OEA en la que declaró ilegítimo el segundo mandato del dictador venezolano y que fue aprobada por la mayoría. Es de señalarse que la Unión Europea también se sumó mayoritariamente al rechazo a reconocer como legitimo al gobierno de Maduro.

El argumento para asumir dichas abstenciones y expresado por el presidente López Obrador fue el siguiente: “No nos inmiscuimos en asuntos internos de otros países porque no queremos que otros gobiernos, otros países, se entrometan en los asuntos que corresponden a los mexicanos”. Dicho argumento pretende sustentarlo en el principio normativo constitucional de autodeterminación de los pueblos y concretamente en una falsa interpretación de la llamada Doctrina Estrada. Lamentablemente el señor Presidente desconoció tanto el principio normativo constitucional de “el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos” como también una serie de tratados internacionales relativos a la protección de los derechos humanos y la defensa de la democracia. Derechos humanos del pueblo venezolano que son violentados sistemáticamente por el gobierno de Maduro (las pruebas son abundantes y están sólidamente demostradas). En este sentido me pregunto con qué cara o autoridad moral va el gobierno de México a exigir al gobierno norteamericano el respeto de los derechos humanos de los mexicanos migrantes en su país si no nos manifestamos por el respeto a los derechos humanos de los venezolanos. Esto significa que el Gobierno de México no solo ignoró sus compromisos y obligaciones legales internacionales sino que también se olvidó del principio de solidaridad humana entre los pueblos. Adicionalmente el gobierno desconoció la tradición mexicana de repudiar a las dictaduras sobre todo en Latinoamérica (en su momento México rechazó las dictaduras en Chile y Nicaragua), inclusive el que el presidente Lázaro Cárdenas cortó relaciones con la España franquista por considerar a Francisco Franco un dictador. Peor aún, el Presidente se olvidó que cuando perdió la elección presidencial de 2006 instó a los gobiernos del mundo a condenar dichas elecciones que consideró fraudulentas. Lamentablemente el Gobierno de México olvidó también la historia de muchos pueblos que sufrieron un sinfín de vejaciones y fueron diezmados al ser gobernados por dictadores que al final y afortunadamente fueron removidos con la ayuda de otros gobiernos, devolviendoles así la paz, tranquilidad y seguridad a sus pueblos.

Por lo anterior considero reprobable la posición del Gobierno de México y le manifiesto, primero al pueblo venezolano y después al resto del mundo, que me avergüenza que mi gobierno no haya antepuesto la solidaridad humana y la defensa de los derechos humanos, a cualquier otro interés por legítimo que sea, como pudiera ser la compra de petróleo a Venezuela.

Fuente de los Deseos. Ojalá el Gobierno de México no vuelva a asumir una posición como la asumida en el Grupo de Lima y la OEA y en contra de los derechos humanos de persona alguna. Ojalá que los demás gobiernos del mundo no asuman la posición que asumió el Presidente López Obrador si observan que en México se violentan los derechos humanos como hoy se violentan en Venezuela, ojalá no permanezcan de brazos cruzados viendo como los mexicanos somos vejados y diezmados.

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