Esta administración federal cumplió ya sus primeros 18 meses y, lejos de alcanzar el cambio que tanto anunciaron, han empujado a México y a sus familias a uno en sentido negativo, en reversa.  Mientras las grandes potencias mundiales invierten en ciencia, en tecnología, en energías renovables, a nosotros nos llevan como a los cangrejos, con los ojos puestos en el pasado, en lugar de mirar el presente y dar pasos hacia el futuro.  Así, el balance del primer año y medio de este gobierno es catastrófico.

Es cierto que muchas cosas estaban mal cuando llegaron, pero lejos de consensuar con todas las voces para arreglar lo que no funcionaba, hicieron oídos sordos, caso omiso a las advertencias de focos rojos, en una actitud soberbia. Ese fue el primer ingrediente, de muchos otros más, en un caldo de cultivo político y social para lograr un inminente colapso nacional.  En estos 18 meses ha quedado demostrado que ni el mayoriteo político, ni las estampitas, ni ningún otro amuleto, han sido suficientes para evitar el desastre.

En lo económico, en este primer año y medio, el gobierno ha llevado al país a una recesión profunda, producto de sus acciones y malas decisiones. Vivimos la peor crisis en los últimos 90 años.  Hay desempleo creciente, cierres en negocios de todos tamaños, no existe estímulo alguno para darle oxígeno al que emprende y al que produce. Y, desafortunadamente, la pandemia del coronavirus hará que esta crisis sea más profunda aún.

No olvidemos, Morena empezó con el pie izquierdo su administración, cancelando el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM), y se empecinó en hacer el de Santa Lucía, así como el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas; tres proyectos inviables técnica y financieramente, que sólo representan un derroche de las contribuciones de las y los mexicanos; recursos que  hoy, en medio de esta doble crisis sanitaria y económica, servirían para apoyar a miles de familias a subsistir, así como para adquirir insumos médicos que salven vidas.

En seguridad, también nos ha fallado con su estrategia de combate a la delincuencia.  Un claro ejemplo de lo anterior es que el año pasado los “abrazos” no bastaron y los “balazos” cobraron más de 35 mil víctimas. 2019 fue el año más violento en la historia reciente de México. Y, tristemente, 2020 ya se encamina a rebasarlo, aun con el confinamiento.

En lo social, ha sido un año y medio de pegarle al bolsillo de las familias, ahí donde más les duele, con recortes a diversos programas. ¿Un caso? los presupuestos para jóvenes y comunidades indígenas. Pero también se eliminó el Seguro Popular y desaparecieron las Estancias Infantiles. Y así podría seguir enumerando muchos otros programas más.

Han pasado apenas 18 meses de este gobierno y nuestra vida democrática ya está en riesgo. Hoy, los que pensamos diferente, pareciéramos ser los enemigos de la nación. Se ha atacado a la iniciativa privada, a los médicos, a los periodistas, a la sociedad civil y a los órganos autónomos, demostrando autoritarismo y polarizando de la sociedad.

Por ello, son cada vez más los decepcionados, los defraudados, los que han perdido la esperanza en este gobierno.  De algo estén ciertos: un mejor país sí es posible; y es a partir de la unidad y la solidaridad que podremos darle otro rumbo y sacar a México adelante. Con Acción Nacional, este túnel sí tiene salida.

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