¿Qué dejó el operativo de las fuerzas federales realizado este jueves pasado en Culiacán? Comparto varios apuntes preliminares…

1.- En una decisión muy controvertida y severamente criticada por algunos sectores de la comentocracia, quizás el Presidente de la República acertó hace tres años, cuando ordenó a sus tropas dejar libre a Ovidio Guzmán para evitar una masacre que, de acuerdo con sus cálculos, podría haber causado un baño de sangre con un saldo de 200 vidas perdidas (“civiles inocentes”), todo como consecuencia de un operativo “precipitado”; quizás acertó en aquel entonces Andrés Manuel López Obrador, pero sin duda que la madrugada de este jueves su gabinete de seguridad dio en el blanco.

Atinó de manera rotunda porque la captura del hijo de Joaquín El Chapo Guzmán se consiguió gracias a seis meses de reconocimiento y vigilancia en el área de influencia del grupo criminal que comandaba Ovidio “N”. Fue un trabajo pulcro de planeación y coordinación de los órganos de inteligencia del Estado mexicano con el Ejército, la Guardia Nacional y la Fiscalía General de la República (FGR) a la cabeza, lo cual se notó en la estrategia para interceptar a Guzmán López sin que se produjera una masacre, pero sobre todo se percibió en el eficiente plan para extraerlo del lugar vía aérea sin que se presentaran graves obstáculos.

2.- El Estado mexicano recuperó algo que había perdido y que es su potestad constitucional: el uso legítimo de la fuerza. El adagio de “abrazos, no balazos” quedó sepultado en dos momentos de la madrugada del 5 de enero: primero, cuando los efectivos militares repelieron el ataque del comando de Ovidio “N” con fuego a ras de suelo, y después cuando al menos un helicóptero de las Fuerzas Armadas lanzó desde el aire andanadas de metralla que acabaron por someter a los criminales que rodeaban a quien valía cinco millones de dólares de recompensa en Estados Unidos.

Fue un alivio constatar la superioridad de fuego de las tropas y su libertad para operar como consideraran pertinente en delicadísimos momentos de combate. Algunos estudiosos de los temas de seguridad llevan años alegando (la mayor parte de ellas y ellos lo hacen de buena fe) que la letalidad de soldados y marinos en combate es muy superior a la de los criminales. Hombre, pues sí, afortunadamente. La nota, gravísima, preocupante, sería que en cada enfrentamiento cayeran siete soldados por cada delincuente abatido, o que ningún criminal fuera neutralizado ante el fallecimiento de once marinos.

Con el éxito que tuvieron el jueves, las Fuerzas Armadas recuperaron el orgullo, el espíritu de cuerpo en combate que parecía perdido porque el Presidente tenía maniatados a los militares: muchas obras y encargos millonarios, pero cero batallas. Huyan, aguanten afrentas y humillaciones, reciban escupitajos, insultos, golpes y balazos del narco, pero no respondan. Eso, lo vimos claramente durante cuatro años, envalentonó a los criminales, cuya insolencia y desparpajo fue creciendo hasta niveles inadmisibles.

3.- Se acabó (espero que el Presidente no recule) eso que citaba yo hace unos segundos, la impunidad con que operaban ya los criminales en distintas regiones del país, muchas veces ante la mirada complaciente o resignada de las tropas. Matanzas entre cárteles por aquí, desapariciones masivas por allá, y había que esperar estoicamente, firmes, a que en algún multiverso los programas sociales rindieran frutos mientras las balas silbaban por todos lados y ensangrentaban más distintos territorios.

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