Es la época en la que quienes ocupan un cargo público deben cumplir con la obligación constitucional de informar a la ciudadanía del estado general que guarda la administración pública, iniciando por el Presidente de México. Y como ya parece costumbre, esta responsabilidad, que debería servir para rendir cuentas a la población, se utiliza con frecuencia como una oportunidad para la promoción personal de la o el gobernante, para anunciar programas electoreros o para recriminar la herencia del pasado.

Durante los informes se abordan muchos asuntos, que van desde lo macroeconómico a la infraestructura, pasando por la seguridad y un sin fin de programas sociales asistencialistas, indispensables para mantener o elevar la popularidad de la persona responsable de  administrar los bienes públicos.

Entre los temas que cada vez con más frecuencia se mencionan en los informes, están los que atañen a las mujeres y niñas de todos los rincones de México. Sin embargo, la mayoría de las y los gobernantes hablan de la desigualdad, la discriminación y la erradicación de la violencia de género con tal ignorancia que da pena.

O nos dicen que existen monstruos maléficos, de los que nadie nos puede defender, que nos acechan por todos los rincones, listos para saltar sobre nosotras para robar nuestra pureza o nos acusan por nuestra incapacidad para "empoderarnos" y romper los ciclos interminables de violencia que tienen sumidas a muchas mujeres en verdaderos infiernos y que según las autoridades, "ellas permiten".

Desde frases vacías gritan a los cuatro vientos que en sus gobiernos, fiscalías, legislaturas o partidos, habrá cero tolerancia a la violencia contra las mujeres y se crearán para ellas, oportunidades económicas, para luego declarar de la manera más paternalista que somos "las flores delicadas y frágiles que sostienen el hogar", y que ellos nos respetan "porque tienen madre". Eso sí, si pretendemos salir de nuestros hogares para educarnos, buscar un empleo o iniciar una empresa, entonces nos responsabilizan de acabar con el tejido social, por abandonar el papel de cuidadoras.

Nunca hablan de la cultura machista y misógina que ellos perpetúan con políticas públicas asistencialistas y normas regresivas sin perspectiva de género. Tampoco reconocen que los prejuicios que les atraviesan se traducen en programas que no parten del conocimiento, sino de la ocurrencia y los estereotipos.

Eso sí, derrochan a diestra y siniestra el poco presupuesto que destinan a la erradicación de la violencia y a lograr la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres. Un día se les va en un desayuno, otro en comprar "regalitos" y entregar "dádivas" y con muchísima frecuencia en conferencias huecas, improvisadas desde el elitismo, el clasismo y la lástima.

Erradicar la desigualdad y la violencia contra las mujeres y niñas requiere de un acto urgente de humildad de la clase política.

Es hora de menos improvisación y más método, señores.

Titular de Aliadas Incidencia 
Estratégica e integrante de la 
Red Nacional de Alertistas. 
Twitter: @mcruzocampo 
FB: maricruz.ocampo

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