Nadie impedirá que José Antonio Meade sea el candidato del PRI, PVEM y Panal a la Presidencia. Nada ni nadie, porque no es ni remotamente posible que se fracturen o que algún loco priísta, verde o panalista se salga del huacal y tumbe el teatro, ¡vamos!, seamos francos, las “precampañas” no existieron, no hay competencia ni métodos democráticos de elección ni el PRI ni en los otros partidos políticos. Meade no tiene, entonces, ninguna necesidad de convencer a los priístas de absolutamente nada, la orden fue girada y ejecutada, la maquinaria lo arropa y lo apoya igual que hubiese apoyado y arropado a Nuño, a Chong, a Narro o quien fuese el designado litúrgico en la tradición.

Por eso no entiendo la necedad de seguir vinculando a Meade con lo más retrógrada del PRI si querían deslindarse de la imagen del partido hasta en el nombre (hoy impugnado) de su coalición, “Meade, Ciudadano por México”, ¿qué necesidad había de llevarlo a Veracruz con Carlos Romero Deschamps para hablar de corrupción?, ¿really?, ¡¿WTF?!

¿Será acaso que no creen que la maquinaria pueda jalar parejo?, ¿será acaso que huelen posibles traiciones a menos que existan pruebas de lealtad?, ¿será que Meade no se siente seguro del apoyo tricolor?, porque de rituales internos, quizá es algo —muy— tarde, ¿o no?

Hay un rechazo generalizado al PRI, con todo y sus logros legislativos, aún por reflejarse en resultados concretos, pesa mucho más la imagen de corrupción, de los gobernadores rateros, en la cárcel pero con privilegios, pesa mucho más la sensación de que la vieja clase priísta, de la que Deschamps es pilar fundamental, está repleta de agandalle, que es responsable de la mitad del país en pobreza, que únicamente ve para sus intereses, que considera a la gente corta de memoria y fácilmente manipulable.

Cuando Meade ataca a López Obrador llamándole corrupto, quizá lo ayude mucho más de lo que lo perjudica, ¿de verdad bajaremos el nivel a una competencia por quién es más o menos ladrón?, ¿puede compararse uno de los mayores escándalos de corrupción, como el caso Javier Duarte, con el de las ligas de Bejarano de hace más de diez años?, ¿creen que ganan algo con eso?

José Antonio Meade es un hombre empático, su sencillez ha caracterizado su carrera y su vida pública, pero hoy día se siente más como un candidato atrapado en una liturgia anacrónica que lo disminuye en sus mejores activos, pierde frescura y, lo peor, pierde confianza, tanto en sí como en la que intenta proyectar a la ciudadanía no priísta que al final puede darle el triunfo o la derrota.

Cierto, Meade necesita a la maquinaria para ganar pero al mismo tiempo ese aparato trasnochado para el México del 2018 le roba energía y lo hace ver justo como lo que no es, como parte del viejo sistema político.

Tal vez en el PRI tendrían que olvidarse de los vítores con acarreados y comenzar a pensar en Meade,CIUDADANO (así con negritas y mayúsculas).

DE COLOFÓN.— Dicen que la mamá del ex gobernador anda en Yucatán.

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