El reciente descubrimiento de un nuevo escándalo de corrupción en la familia del presidente vuelve a poner a Andrés Manuel contra las cuerdas y lo obliga a reaccionar, molesto, no sólo por la pérdida del control de la agenda mediática, sino porque se pone en duda su congruencia personal; sus dichos contra los hechos.

La primera vez que al presidente le devolvieron un golpe mediático tuvo como contexto la ocurrencia de López Obrador de proponer a la sociedad la realización de una consulta para que fuera la sociedad -no él- quien decidiera si se castiga o no a los expresidentes por lo que él considera actos de corrupción. Y apareció su hermano Pío López Obrador exhibido por uno de sus cercanos colaboradores -David León Romero, a quien nombró y destituyó en cuestión de horas Coordinador Nacional de Protección Civil-, recibiendo dinero para la campaña de su hermano Andrés Manuel. Dinero que, conforme a la ley vigente, no se enteró al entonces Instituto Federal Electoral, lo cual constituye un delito que pudo haber costado la anulación de su candidatura a la presidencia.

La aparición de ese video y las subsecuentes informaciones sobre actos de corrupción de otros familiares directos del presidente, pusieron al titular del ejecutivo en lo que algunos llaman la alternativa del diablo: o, en congruencia con su discurso anticorrupción, ratificado en la toma de posesión, mete a su familia a la cárcel por actos de corrupción que lo involucran también a él; o los exonera, como sucedió, haciendo ver su incongruencia y complicidad. Lo mismo que pasó con Pío, sucedió con Felipa y Concepción Falcón cuñada de AMLO (dejó sin comprobar 223 millones de pesos en Macuspana, Tabasco, mientras fue síndico municipal).

La producción de ese video, en 2015, a cargo de David León Romero, jefe de comunicación y operador político de quien fuera el gobernador de Chiapas por el Partido Verde, Manuel Velazco, es el mismo que produjo el de Martín Jesús, recibiendo dinero “de mi hermano”, se escucha en el video.

El video de Martín Jesús tiene otro contexto. Molesto por no haber logrado el número de diputados federales para obtener la mayoría absoluta (50% + 1); por la dependencia que tiene del PT y del partido Verde para sacar el presupuesto y otros temas relevantes de su proyecto personal; y, especialmente la pretensión de Manuel Velazco de negociar al alza el costo de sus servicios a la 4T -o apoyar a la oposición-. La 4T respondió con un trascendido en el sentido de que Manuel Velazco tiene investigaciones en curso por haber transferido elevadas sumas de dinero al PRI, en tiempos de Peña Nieto. Otro elemento del contexto es la reactivación del distractor para juzgar a los ex presidentes en la plaza pública, por parte de AMLO.

Y aunque el presidente ha ratificado su “imparcialidad”, respecto a sus familiares, lo más seguro es que sólo sea de dientes para afuera porque la Fiscalía General de la República y la Función Pública, como en el pasado, encontrarán argumentos -o pretextos- para eximirlos del juicio y de su posible castigo; y así limpiar el manchado plumaje del presidente.

Los adversarios, antiguos correligionarios de AMLO, parecen decirle que tienen cartas para jugar el juego del poder; y devolverle golpe por golpe si rompe los pactos y va contra ellos. La incógnita está en saber quién eleva la apuesta, quién se levantará primero de la mesa y el costo para las partes de este juego.

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