Y la piel se arruga....

Aunque seas la mujer más realista del mundo, llega un momento en la vida en que te ves al espejo y ahora sí aceptas que estás madurando.

La gente continúa diciendo que te ves guapa o que te encuentras mejor que nunca, sin embargo, la realidad se asoma cuando te encuentras sola mirándote al espejo.

Hace algún tiempo, quizá no muy lejano, tú eras defensora del envejecimiento o mejor llamémosle madurez, decías que hay que hacerlo con dignidad y aceptar las etapas que nos toca vivir, ya que cada una tiene su encanto; continúo pensando lo mismo, la diferencia es que ahora siento que sale a relucir la incongruencia, por cierto, característica que trato de llevar a cabo,  porque tengo que defender mis creencias al respecto cuando mi sentimiento es otro.

Dicen que somos nuestros peores jueces, y quizá sea cierto, pero es inevitable el tener que aceptar que no eres Dorian Gray y que te encuentras a la puerta de la madurez, donde ya no podrás esconder tu experiencia y el paso del tiempo.

Todo lo anterior en realidad suena muy banal; somos seres integrales, tenemos luz y oscuridad, profundidad y banalidad, risa y llanto, así que es parte de nuestra naturaleza.

La piel tersa, limpia y radiante que alguna vez tuviste, ahora te abandona, pero da paso a esa belleza que va más allá de lo físico, es esa belleza que impone, que se complementa de seguridad, inteligencia, experiencia y madurez. Así que si lo crees de esa manera o lo ves de esa forma, prefiero la belleza actual que la de la ingenuidad. Pero hay que ser objetivas, no hay una belleza que sea mejor que otra, la realidad es que existen seres humanos de distintas generaciones que apreciarán la belleza en sí. Incluso tú eres parte de ese grupo.

Agradece que estás llegando de manera consciente a la etapa de la madurez, reconoce la belleza que tienes y ama esos surcos que se dejan ver, ellos decoran tu piel y hablan muy bien de ti, porque muestran que te has convertido ya en mujer de una sola pieza.

La realidad es que debemos de agradecer en esta etapa que ya podemos dejar atrás la preocupación física sin caer en el extremo del descuido, pero sí dejar esa preocupación obsesiva por tener toda nuestra superficie estética perfecta. hoy nos ocupa más el llenar nuestra alma de conocimiento y de amor.

Agradece las miradas que se postran en ti, siéntete magnífica, plena y resalta esa seguridad que te hace única.

Comparto el extracto de una carta de un padre a su pequeña hija, tomando en cuenta que  en algún momento nosotras fuimos esa pequeña que hoy se ha convertido en mujer y que  cree firmemente que la belleza no se encuentra en lo externo, se encuentra en tu interior y siempre ha sido así.

“Tu piel se arrugará y tu juventud se desvanecerá, pero tu alma no tiene edad. Tu alma siempre sabrá  cómo jugar y cómo disfrutar y cómo pasarla bien en ésta, que es tu única vida. Puedes siempre, de modo desafiante, resistir el envejecimiento del espíritu.

Tu acabado no tiene nada que ver en cómo se ve tu rostro hoy, pero sí tiene todo que ver con cómo se vio tu vida ayer. Puede que tus años sean la preparación para ese día. Puede que envejezcas con gracias, puede que crezcas en sabiduría, y puede que tu amor se vuelva lo suficientemente grande para abarcar a todas las personas. Puede que tu impecable acabado, sea un pacífico abrazo al fin....”

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