Ayer, 15 de mayo, se conmemoró el Día del Maestro. Una de las profesiones más importantes y nobles que se puedan ejercer en el mundo. Porque ser maestra o maestro es sinónimo de compromiso, entrega y dedicación. Nada más difícil que formar a las nuevas generaciones, tan llenas de dudas y tan ávidas de respuestas rápidas.

Las y los maestros son pieza fundamental en la construcción de un mejor país, pues en sus manos descansan los anhelos, aspiraciones y deseos de quienes, en el futuro, se convertirán en adultos: madres, padres y cabezas de familia.

De ahí la importancia de reconocer su labor, porque sin ellos, la educación sería vacía.

Algunos han comentado que la función del docente se verá sustituida por la tecnología. Los tutoriales, las nuevas aplicaciones que incentivan el autoaprendizaje y el acceso ilimitado a información, ponen en tela de juicio la permanencia de las y los maestros en las aulas. No concuerdo con esa postura, pues creo que en el fondo, ninguna aplicación o herramienta tecnológica puede sustituir la cercanía, comprensión y guía personal que pueda transmitir un maestro a su alumno.

Hoy las y los maestros se enfrentan a varios desafíos que hacen más compleja su labor.

En primer lugar, las y los jóvenes están saturados de información. Vivimos una “infodemia” en todas sus aristas, mucha de ella impulsada por intereses comerciales o propagandísticos. Las y los alumnos dependen en gran medida del internet y los aparatos electrónicos para obtener respuestas y, en esa búsqueda, la guía del maestro es fundamental. Hoy, las nuevas generaciones ponen demasiada fe en el ciberespacio y, en contraste, dudan de sus propias conclusiones. Ello va mermando poco a poco su capacidad creativa y su confianza. Es ahí, en ese inmenso mar de información, donde el maestro debe orientar al alumno y darle las herramientas necesarias para avanzar en la comprensión y generación del conocimiento.

Por ello, las y los maestros tienen que utilizar, pero también, contender frente a la tecnología, pues deben buscar métodos didácticos que hagan posible e interesante para los menores los temas que abordan en las aulas, lo que por supuesto, no es nada fácil. Pero más allá de eso, el verdadero reto al que se enfrentan es la ausencia de valores y la adopción de estereotipos simplistas.

¿Cuántas niñas y niños desean ser astronautas, médicos, científicos o escritores? Cada día se pierde en mayor medida el interés por esas áreas del conocimiento, impulsado por la falta de oportunidades y el poco interés económico en apoyarlos. En la sociedad que vivimos, donde el materialismo y el consumismo están a la orden del día, es lógico que los menores busquen mejores opciones de generar ingresos a corto plazo y sin mayor esfuerzo, no obstante que ello implique, a veces, poner en riesgo su integridad o la de su familia.

Valores como el respeto, la tolerancia, la honestidad y la responsabilidad, se han ido perdiendo con el paso de los años, y todo ello se refleja en nuestra sociedad. Tal vez, sin que nos demos cuenta, la vorágine de violencia que vivimos todos los días tiene su origen en ese vacío de valores y de respeto por la dignidad humana. Ahí es donde está el verdadero reto de nuestra sociedad y, donde maestros y padres de familia, debemos poner el mayor esfuerzo.

Quiero reconocer la labor que las y los maestros hacen cada día en la construcción de una mejor sociedad, y recordar que, como sociedad, tenemos grandes retos que afrontar en la educación, porque el trabajo que desempeñan no solo es importante, sino transcendental para un mejor futuro. Felicidades.

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