Costó mucho tiempo y esfuerzo restablecer la reelección legislativa en México, después de que se eliminó en 1933 junto con la reelección presidencial (de nuevo). Con lo cual quedó una “democracia” maltrecha, pues es esencial que los representantes rindan cuentas políticas hacia sus representados, y éstos puedan premiar o castigar a aquéllos mediante su reelección o remoción. El régimen priísta prefirió someter el Congreso al Ejecutivo, pues la carrera política de los priístas dependía de su partido (a su vez controlado por su Líder Nato), y no de los electores. Al final eso se logró en 2014.

Pero la semana pasada se aprobó en la Cámara Baja la respectiva ley secundaria, en medio de la pandemia donde las prioridades son (o deberían ser) otras. Los legisladores podrán buscar su reelección sin pedir licencia, lo que le dará cierta ventaja al incumbent sobre sus contendientes, si bien limitando tiempos, recursos y divulgación en medios. No puede hacer campaña en horarios laborales, pero de hacerlo, sólo perderá el sueldo de ese día (sanción menor). El saldo de hacer campaña en lugar de trabajar podría ser muy positivo. Los obradoristas defienden la medida diciendo que así sucede en otros países.

Más grave me parece la decisión de permitir a los legisladores buscar su reelección en distritos distintos a los que originalmente fueron electos, además de que los pluris podrán ir por mayoría y viceversa.

Dado que los plurinominales van en lista de partidos no debieran poder ser reelectos consecutivamente, a menos que hubiera listas abiertas donde el público elige directamente.

Algo más; en 1987 el PRI aprobó una reforma en beneficio propio sin participación de la oposición; en 1990 y 1993 se realizaron otras con respaldo del PAN pero sin el PRD. En 1994, finalmente, hubo reformas por consenso y favorables a la oposición, y desde entonces todas las reformas siguieron esa pauta; un gran avance, sin duda. Ahora volvemos al viejo esquema; una reforma favorable a la coalición gobernante y sin el voto opositor. Y ocurrió sin el debate adecuado en la Cámara, mientras la atención pública está en cómo enfrentar la pandemia y la crisis económica. Cuando eso hacía el PRI, la oposición lo acusaba de mayoriteo “en lo oscurito”. Oír a los morenistas defender este madruguete recuerda a los priístas de antaño cuando hacían de las suyas. Y eso que “no somos iguales”. Quizá, pero cómo se parecen. Un cambio verdadero… de siglas.

Profesor afiliado del CIDE

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