Mi sueño salvaje Hoy quisiera poner pausa a la historia de mi elefante bebé porque me adelanté sin antes compartir cómo fue que regresé a vivir a Sudáfrica. Me parece importante regresar en el tiempo porque quiero demostrar cómo podemos hacer realidad nuestros más grandes y salvajes sueños. Les recuerdo rápidamente: en Abril del 2006 Animal Planet convocó a un concurso mundial para ir a Sudáfrica a participar en un docu reality show. Apliqué, me seleccionaron, y volé a este país africano donde durante cuatro semanas estuvimos aprendiendo sobre la pre-producción, producción y post-producción de documentales de la vida salvaje. En este concurso participamos seis apasionados de la vida animal representando a los países de Inglaterra, Australia, India, Singapur, Dinamarca y México. La última semana, los seis realizamos la prueba más importante: un documental totalmente producido por nosotros. Por la gran preocupación que me genera la cacería ilegal, opté por hacer mi documental sobre la situación del rinoceronte, especie cazada para comercializar su cuerno en el mercado negro de países asiáticos. En cuatro días escribí, grabé, presenté, dirigí y edité mi documental con la esperanza de ser la ganadora. Un panel de expertos sería el jurado de nuestro trabajo y el ganador sería anunciado durante una cena de gala ante los ojos de la prensa internacional. Sobra decir que hasta el momento en que se anunció al ganador, fui un manojo de nervios. El premio al primer lugar sería el nombramiento al “Documentalista del Año” y su documental sería transmitido en 160 países por Animal Planet. “El ganador al documentalista del año es…”, decía Mark Wild, Director del canal, “Esperanza, de Mayur Kamath”. Mentiría si les dijera que no me dolió haber perdido. Mi documental fue el segundo lugar. A la mañana siguiente, los seis participantes y el equipo de filmación, volamos a nuestros respectivos continentes. Luego de más de 37 horas de viaje sumadas en vuelos, salas de espera en 3 aeropuertos y un agotamiento que me noqueó, finalmente aterricé en tierra azteca el 1 de Agosto del 2006. ¿Y ahora? En ese entonces era yo la compradora de indirectos en una empresa alemana que fabrica tarjetas electrónicas para lavadoras. Mi jefe, si recuerdan, me dio permiso de ir a esta aventura. De pronto regresé a ese escritorio, al frente de esa computadora. Los sonidos africanos hacían eco en mi mente. “Qué desesperación estar de vuelta en una oficina”, pensaba. Comencé a contactar a nuestras televisoras mexicanas tratando de iniciar un nuevo contenido en nuestra programación. ¡Ya no más telenovelas!, mejor documentales de lo que hay en nuestro México, un país tan rico en flora y fauna. De los tantos correos que envié, no fue respondido uno solo. Así transcurrieron los días y las semanas. Mi frustración era cada vez mayor. Fue entonces que me armé de valor y envié un correo a Lyndal Davies, la australiana que estuvo como conductora del programa y que vivía en esta reserva sudafricana. “Lyndal, no encuentro la manera de hacer esto que me apasiona en México… ¿no necesitas ayuda?”, le escribí. “Karla, tengo un proyecto en mente que voy a presentar en Diciembre a Animal Planet en Londres. Seguramente necesitaré ayuda, pero quisiera saber antes si estás dispuesta a vivir tan lejos de tu familia”, me respondió. “Lyndal, si para regresar a Sudáfrica tengo que sacrificar estar en mi país, cuenta conmigo”. Pasó Diciembre. Llegó la segunda semana de Enero del 2007. “Querida Karla. Animal Planet acaba de autorizar mi proyecto. Comenzamos a grabar en Marzo. Te ofrezco que vengas como camarógrafa, pero no te puedo pagar vuelos. Tampoco sueldo. Lo que sí puedo ofrecerte es alojamiento y alimentación durante 3 meses en la reserva, ¿qué dices?”. Vendí mi coche, vendí mi refri. Vendí hasta mis platos.

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