A mí me deleita hablar de política. Hablo de ella todo el día. 

Pero no soporto oír hablar de ella a los demás.

Oscar Wilde

Pensaba que el mecanismo de comunicación política puesto en marcha en la conferencia mañanera del presidente López Obrador —principal medio de propaganda del gobierno mexicano— tendería a desgastarse conforme pasaran los meses; estaba equivocada, claro prejuicio. El mecanismo no se desgasta porque se ha constituido, desde el inicio del sexenio, en un espacio privilegiado para el machismo discursivo.

Al presidente López Obrador le gusta mucho hablar; o hablar mucho, cuestión de enfoques. De acuerdo con la consultora SPIN al día de hoy se han llevado a cabo 591 mañaneras que duran, en promedio, 108 minutos cada una. Entre el 3 de diciembre de 2018 y el 31 de mazo de 2021 el presidente ha dicho 50,324 afirmaciones no verdaderas, esto es, alrededor de 80 por día. ¿Son muchas o pocas? Durante sus 4 años al frente de la Casa Blanca el presidente Donald Trump emitió —de acuerdo con una investigación de The Washington Post— 23 mil afirmaciones no verdaderas; de seguir a este ritmo se esperaría que para el final del sexenio López Obrador haya emitido más de 133 mil. Sin embargo, el problema no es solo el tipo de afirmaciones sino el tono del mensaje; en política la forma es fondo y el presidente es un maestro del machismo discursivo.

En un trabajo de 1998, el sociólogo italiano Diego Gambetta describe dos tipos de sociedades, las primeras se prestan a la deliberación y, en consecuencia, establecen sistemas democráticos; las segundas tienen como finalidad ganar las discusiones a toda costa sin disposición alguna para el diálogo y la negociación, por ello, están predispuestas a una política autoritaria. En las primeras, el conocimiento es resultado de una combinación de buen razonamiento, verificación empírica y, trabajo intenso; es tentativo, no definitivo e implica que el conocer —o ignorar— algo sobre determinado ámbito de conocimiento no supone automáticamente nada de su conocimiento en otros campos. En las segundas, el conocimiento o la ignorancia acerca de determinado tema es tomado como signo de conocimiento o ignorancia acerca de todo, por ello, quien lo posee, alcanza un status de perfección; es un iluminado.

El machismo discursivo está claramente inserto en el segundo tipo de sociedades e implica tres elementos fundamentales: tener opiniones firmes (sin dudas ni matices), sobre el todos los temas (no saber implica ignorancia y, por ende, una derrota), desde el comienzo de la discusión (escuchar otros planteamientos no genera ventaja alguna). En este contexto, no es necesario tomar en cuenta todos los aspectos a considerar ya que la imparcialidad y la credibilidad no son relevantes; las y los seguidores aceptan los dictados del líder como dogma de fé. El machismo discursivo descalifica, violenta y polariza, limita la expresión libre de ideas y opiniones; excluye de la vida pública una discusión seria y basada en argumentos. Más aún, es contagioso; que lo haga el líder faculta a sus huestes a imitarlo.

La democracia deliberativa implica la toma de decisiones a través de la discusión entre individuos libres, iguales y racionales; es lo que da legitimidad a la elección política. El machismo discursivo del presidente López Obrador nos aleja cada día más de la realidad y nos acerca irremediablemente al autoritarismo.

Twitter: @maeggleton

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