La desconfianza y el nerviosismo ante la llegada del nuevo gobierno crece cada día. Todo a partir de su exceso de contradicciones, del “ruido” que generan en la comunicación y de la incontenible esgrima verbal entre sus protagonistas, que los hace hablar confusamente y de cualquier asunto.

Numerosas declaraciones, descuidadas e inexplicables debilitan y hunden la última parte del periodo de transición. Tras el “no” al proyecto del aeropuerto en Texcoco surgido de una indefendible encuesta a modo, Mario Delgado —jefe moreno de los diputados— declara, inocente o desinformado el fin de las consultas fuera de lo que establece la Constitución en su artículo 35. Esta semana, al impulso de una visita al sureste de México el líder máximo le enmienda la plana: habrá “consulta pública” en noviembre para construir el Tren Maya y para los programas sociales. Y punto.

Delgado queda colgado de su última e incumplida promesa. Ni él ni Monreal la tienen fácil rumiando frustraciones, dimes y diretes con su jefe antes de que este asuma oficialmente el poder dentro de 16 días. Tampoco quienes decidieron integrarse al primer círculo de “hombres sensatos” cercanos al nuevo presidente de México. ¿Qué explicaciones darán?, ¿aceptarán encabezar el primer listado que los haga aparecer como tontos útiles del gobierno?

Proponer unilateralmente la cancelación de comisiones bancarias sin preparación del terreno parece imposible: tanto, que el presidente electo descalificó esa propuesta surgida del líder de Morena en el Senado.

Pérdida abrupta del valor del peso ante el dólar, debilidad en empresas por la caída de sus cotizaciones en bolsa, retracción e incertidumbre en el clima general de inversiones, turbulencias en mercados, nada de eso pareció frenar la incontinencia declarativa del nuevo grupo gobernante.

Cuando llega a la Presidencia un hombre que pretende ocupar todos los espacios y lo consigue, el país muestra de manera cruda y descarnada su enorme fragilidad. Un gobierno que deja de conciliar, de convocar y de reunir y se convierte en factor de división y de confrontación derivada de la polarización social, no logrará recuperar y fortalecer instituciones que sirvan para conducir el presente y el futuro.

El México real se debate en la violencia cotidiana. Aún no conocemos el plan de seguridad. Como si fuera una panacea contra la violencia se ha presentado, en cambio, la iniciativa que liberalizará la producción, comercialización y consumo de marihuana para fines médicos y recreativos. De la prevención contra las adicciones nada hay en nuestros “nuevos sistemas educativo y de salud”.

También se les ocurrió, y fue aprobada, una ley inconstitucional plagada de errores de fondo y de forma, que limita los salarios y prestaciones de parte de la burocracia federal y al mismo tiempo se presenta entre otras iniciativas, la reducción de impuestos en la zona norte del país: si se reduce el sueldo se reducirá la recaudación impositiva o tributaria, si se reducen los impuestos en el norte, se afectará la recaudación. Absurdas decisiones se anticipan ya como factores de parálisis de la economía y de una parte del país e incluso de la ciudad.

Un gobierno que antes de tomar posesión frena con declaraciones la economía y golpea al peso será un gobierno sin recursos para impulsar oportunamente los programas que propone. La salida estriba en fortalecer la democracia para que el poder no descanse sobre los hombros de un solo hombre. Parece tarde, pero aún es tiempo.

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