Al igual que muchos mexicanos, al inicio de cada año, hago propósitos para mejorar mi existencia —y para incidir positivamente en la de aquellos junto a mi—: cuidar mejor mi salud, cambiando sustancialmente mis hábitos alimenticios; incrementar mi actividad física, retomando algún deporte o simplemente activándome de alguna manera; leer más y escribir con más orden y enfoque, o ser buen compañero de trabajo a través de mejorar la forma en que me comunico, trabajo o lidero equipos, por solo mencionar algunos propósitos quizá muy comunes para muchos.

Como nación, los propósitos, más que declaraciones fastuosas o superfluas, deberían ser programas y políticas públicas cuyos objetivos y parámetros de medición estén claramente verbalizados, con una claridad objetiva y no subjetiva de los impactos en la población y los sectores a quienes estén dirigidos. O al menos eso esperaría.

Ahora bien, lo verdaderamente interesante es entender nuestro rol y participación en el concierto nacional —como en el símil de una orquesta—, para tocar acompasadamente, para no desentonar vamos; es identificar dónde se deben encontrar los propósitos personales y profesionales con los institucionales y los nacionales, para todos sumar o multiplicar y no restar o dividir por decirlo de forma más franca.

Con estas ideas en mente quiero iniciar esta década —aunque algunos dicen que inicia en 2021— con la primer reflexión #DesdeCabina. Que importante es el alineamiento de propósitos, objetivos y metas a objetivos, propósitos y metas más sublimes, de otro nivel y de mucho mayor impacto, porque cuando esto sucede la claridad de las acciones cotidianas y del esfuerzo diario se vuelven no solo llevaderos sino de mucho mayor alcance.

Para los que tenemos la fortuna y responsabilidad de dirigir equipos de trabajo y transmitir el o los objetivos de la empresa u organización, resulta imprescindible comunicar con claridad la dirección que se deberá seguir, los objetivos que buscaremos cumplir y las metas que deberemos alcanzar; sin ello, trabajar se vuelve un ejercicio meramente mecánico, sordo y en ocasiones hueco, que lejos de comprometernos, nos desvincula de una realidad e incluso nos aleja de cualquier visión que espere la organización. Trabajar alineado a propósitos de mayor nivel produce una multitud de beneficios: nos genera sentido de pertenencia, al vincular el trabajo del día a día con el beneficio que, en el corto mediano y largo plazo, este produce; nos hace consientes de la importancia del esfuerzo, de los sacrificios y en general de las implicaciones que la participación, en lo particular, tendrá el trabajo que nos corresponda para sumar o multiplicar a los objetivos del siguiente nivel (nacionales, por ejemplo).

Hoy que recién arranca este 2020 -sea o no nueva década-, cobra mucha mayor importancia el alineamiento de los objetivos de las organizaciones con uno o varios propósitos más sublimes, de mayor envergadura, de alto impacto con aquellos a los que servimos. Con estas ideas y reflexiones arranco el año, con la convicción y determinación de que los objetivos y propósitos profesionales se alinean a los de mi nación, y que estos y sus gobernantes están alineados a ideales más sublimes, al bien común y a no cejar esfuerzos en mejorar las condiciones de la gran mayoría de los habitantes de este país, que es lo verdaderamente importante; lo demás, es lo de menos.

Rector de la UNAQ  / @Jorge_GVR

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