Están por cumplirse los primeros cien días del nuevo gobierno federal, si bien son pocos días para evaluar los resultados de una administración lo cierto es que podría por lo menos intuirse el rumbo, el cual a algunos gustará y a otros no, pero el estilo de hacer gobierno del Presidente López Obrador difícilmente será distinto. La evaluación de este primer tramo de medición que ha determinado el presidente podría parecer innecesario pero sin duda al Presidente le permitirá valorar quiénes están haciendo la tarea y quiénes no.

En el poco tiempo que lleva de ejercicio la actual administración federal y particularmente el peculiar estilo de AMLO para gobernar, se ha especulado sobre ciertos cambios en la manera de hacer las cosas, por ejemplo la posibilidad de que se acaben las conferencias de prensa mañanera o se espacien, cosa que no sucederá. Mientras tenga el manejo de los temas y posicionamiento de la agenda como lo tuvo en sus casi 6 años como Jefe de Gobierno del DF, entonces la práctica seguirá, sin embargo otras cosas podrían suceder, como el ajuste en ciertas posiciones administrativas.

El ejercicio de evaluación de los cien días pudiera resultar más que un pretexto publicitario la posibilidad de llamar a cuentas a sus colaboradores cercanos y a los no tanto, que a lo largo de la república están a cargo de implementar los programas sello de esta administración como lo son por ejemplo el de apoyo a los adultos mayores y el de jóvenes construyendo el futuro, entre otros.

Los niveles de avance en varios programas son aún precarios y esto podría molestar al Presidente que requiere de dar celeridad al cumplimiento de promesas de campaña ante la decisión que el mismo tomó de someterse a la mitad de su periodo a un proceso democrático empalmado con las elecciones intermedias donde su continuidad como mandatario se pondrá a consideración de los electores en una boleta.

Hasta ahora se ha reconocido que los programas llevan retraso y quizá haya estados donde haya focos rojos prendidos, ahí podría haber llamado de atención para quienes haya encargado las tareas correspondientes. Sin embargo AMLO no parece ser un Presidente que cese o haga enroques frecuentemente. Su antecedente como gobernante no demuestra que sea alguien que encabece proyectos de alta rotación, es leal a su propio equipo, a veces a costa de críticas, quizá tan sólo con lo que respecta a la corrupción, donde podría si ser implacable.

Precisamente en los temas de austeridad y corrupción es donde habrá de valorar avances. En algunos estados donde Morena es mayoría en el congreso aún se ven casos donde los legisladores locales ganan más que el Presidente o ciertas oficinas públicas aún no han hecho los ajustes necesarios para cortar los lujos excesivos de los que gozaban en administraciones anteriores.

Habrá quizá felicitaciones para quienes hicieron la tarea y hasta ahora han hecho los ajustes necesarios para ser eficientes, austeros y honestos, pero podrían aún no ser muchos lo que hayan logrado en este corto plazo lograr avances significativos en esas tres áreas.

La evaluación de los cien días traerá sin duda regaños, reconocimientos, pero sin duda la posibilidad de ajustar algunas tuercas, que no la forma de hacer gobierno ni tampoco cambiar de enemigos, los conservadores y neoliberales, a quienes con cierta razón se les atribuye muchos de los problemas de fondo que sí tiene este país, pero que so pretexto de la “estabilidad” no se hacía nada.

La tarea no es menor y el riesgo de no generar resultados tangibles está siempre latente, particularmente en temas como seguridad, crecimiento económico, inversión pública e inversión extranjera. Los mexicanos estaremos seguramente pendientes de cuál será el resultado del informe de los 100 días, aunque será complicado evitar la exagerada polarización de los comentarios que podrían nublar la verdad para calificar dónde estamos avanzando y donde estamos estancados.

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