La reciente visita del Presidente de Honduras me hace reflexionar lo mucho que habíamos tardado en retomar una verdadera relación de coordinación entre los países centroamericanos y México, así como sus políticas públicas, toda vez que estamos altamente interrelacionados, hoy más que nunca.

Por mucho tiempo se ha hablado de hermandad. Tanto geografía como idioma unen a la región, pero en la realidad no ha habido un trabajo de fondo de planeación y políticas regionales desde hace décadas. México ha aspirado tanto a ser como nuestros vecinos del norte que olvidamos la importancia de trabajar en varios temas de fondo con Centro América. La migración fue la consecuencia, previsible, pero a la cual no se le intentó poner realmente orden, por lo que hoy todos resentimos los efectos negativos, en México y de ahí hacia el sur.

La actual crisis migratoria nos recuerda lo complejo y trágico de la situación, que se hacen gráficas con las imágenes desgarradoras que han circulado por todo el mundo, cuerpos de padre e hijo, madres llorando y rogando a miembros de la Guardia Nacional que las dejen pasar con sus niños para concretar su sueño, cruzar a Estados Unidos. Es inhumano siquiera pensar que algo de eso puede estar bien, que alguien se merece eso, que se lo buscaron por su osadía de querer una mejor vida para su familia, particularmente para los más pequeños, sin embargo, hay un sector de la población norteamericana en contra de la migración, pero la pregunta es si también lo hay en México. Quizá sí, desafortunadamente.

El movimiento, ilegal o no, de personas de un país a otro tiene consecuencias tangibles, que son medibles en muchos aspectos. Uno de ellos son los servicios que requiere el aumento de una población, prácticamente de un día para otro, que requiere atenciones mínimas para que se respeten sus derechos humanos. Otra es la posibilidad de que esos migrantes ocupen plazas de trabajo que los nacionales necesitan, particularmente en países donde el desempleo y la pobreza son un tema preocupante, por lo que la migración puede agravar más aún problemas ya existentes entre la población local, ocupar los espacios laborales a los que piensan deben tener preferencia.

Pero el respeto a los derechos humanos como aspecto jurídico y como un acto de humanidad son una cosa y otra muy diferente es carecer de controles en la frontera sur, lo que pareciera no es del todo rechazado por los mexicanos. Si bien fue la presión del gobierno de Estados Unidos y de su impopular presidente, el factor determinante para replantear la política migratoria en México, también es cierto que en términos reales los filtros y registros de paso por la frontera sur son por decir lo menos laxos, lo cual no es bueno para nadie. Ahí es donde habría un grupo de mexicanos que pudieran apoyar la medida, no el daño al migrante ni la obstrucción de sus objetivos de migrar hacia Estados Unidos, sino que existan controles y registros, para que no pasen todos, porque hay quienes no deben pasar y que exista un registro de los que sí entran a nuestro territorio.

Hace apenas un par de días la Suprema Corte de Estados Unidos liberó 2,500 millones de dólares a Donald Trump para que en uso de facultades ejecutivas empiece a levantar su muro, cumpliendo su promesa de campaña. En paralelo, Guatemala firmó ya un acuerdo para ser tercer país seguro, erigiendo otro muro para salvadoreños y hondureños, quienes deberán solicitar asilo para ir a EU desde Guatemala. Habrá entonces muros legales, en Guatemala, México y ahora quizá también ese controvertido muro físico en EU. Hoy más que nunca retomar la cooperación y la planeación regional serán determinantes ante los retos de la migración, la diplomacia y el trabajo conjunto deberá ser permanente para evitar que se agrave esta de por sí compleja situación para tantos seres humanos.

Abogado con maestría en Políticas Públicas. @maximilianogp

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