-¿Estás seguro, Abuelito?
—Yo iba en primaria y recuerdo con mucha claridad que teníamos como tres meses de vacaciones. Salíamos en noviembre y regresábamos en enero, y de los juguetes que nos habían traído los Reyes, ya nadie se acordaba.
—Suena súper raro, ¿no?
—Yo lo encontraba muy normal. Salía de la escuela en noviembre, llegaban las fiestas de fin de año en diciembre, se juntaban las vacaciones de todo el mundo, ¡y nunca nos enfermábamos!, porque en los días que había frío, no asomábamos ni las narices afuera de la casa. Y así, todos los preparativos de Navidad, como comprar el arbolito natural y adornarlo, montar el nacimiento, preparar la cena de Navidad y de Año Nuevo, lo hacíamos toda la familia junta.
—Pues sí, suena padre que todo mundo estuviera de vacaciones al mismo tiempo. Pero entonces ¿qué pasó?, ¿cómo cambió todo eso?, ¿por qué?
—Pues me imagino que por el mismo motivo que cambiamos el horario de verano, para adecuarnos al de Estados Unidos. Ahora que ya no podemos entrar con tanta facilidad a gringolandia, quiero ver si ese horario en verdad nos va a servir de algo.
—Pero está padre que haya vacaciones en verano para los estudiantes, Abuelito. Todo mundo sigue trabajando y así estoy solo en la casa y no veo a mi mamá en todo el día.
—¡Eres un grosero! Deberías buscarte un trabajo de medio tiempo o por lo menos salir con tus amigos. ¿Tienes amigos de verano?
—No. Mis amigos son los mismos de siempre. ¿Tú si tenías amigos de verano?
—Sí. Los muchachos de verano venían de Gómez Palacio, Durango y de Torreón, Coahuila. Eran primos de Maroly, mi mejor amiga de la infancia en Veracruz. Irving, Adlai, Lerins, Werner, Didier, Memo y Humberto, que era con quien mejor me llevaba. Cada año esperaba con ansiedad que julio y agosto me lo trajeran. 
—¿Cuántos años tenías? 
—Como la tuya, entre los 14 y los 17, más o menos. Con ellos hacía cosas que con nadie de mis amigos en Veracruz hacía. 
—¿Cómo qué?
—Lo principal: ¡ir a la playa! Yo odiaba la playa, pero ellos la amaban, así que nos íbamos horas y horas. Prendían una pequeña fogata en la parte de abajo de la casa de Maroly, y ahí nos la pasábamos bien padre, cantando, jugando, platicando hasta la madrugada. 
—¡Ya ves que es bien padre no ir a la
 escuela!
—No iba a la escuela, pero todas las vacaciones mi mamá me mandaba a trabajar a la tienda de mi tío, de 8 de la mañana a 4 de la tarde.
—No, pues así no disfrutabas para nada de tus vacaciones.
—Sí. Sí lo hacía. En cuanto llegaba a la casa me iba corriendo a alcanzarlos a la playa. Humberto tocaba guitarra, y cada año que venía ya se sabía todas las canciones nuevas de Juan Gabriel, y así nos pasábamos horas y horas cantando, y junto con Maroly exprimían el Guitarra Fácil. 
—¿Qué es eso?
—Era una revista que cada semana publicaba las pisadas para guitarra de las canciones de moda.
—Entonces sí te pasabas tus vacaciones de verano muy padre, Abuelito. Pero yo no puedo hacer lo mismo, porque mis amigos se fueron de vacaciones y me quedé solito. 
—¿Y si tú fueras el muchacho de verano? ¿Si tú fueras “ese” que alguien espera con alegría, cada año, para que julio y agosto lo lleven hasta él? ¡Vete a Veracruz y escribe tu propia historia de verano!
—La invitación me llegó un poco tarde. Reprobé el examen de ingreso a la prepa y ya me había advertido mi mamá que tendría que trabajar para pagar mi escuela.
—Te prometí ayudarte. Es momento de cumplir mi promesa. Vamos a buscar a mi amigo que iba a abrir su prepa.
—¡Vamos!

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