México atraviesa por una crisis política y humanitaria, y serán las elecciones de julio de 2018 las que servirán como un referéndum sobre una administración que no ha logrado frenar la violencia ni la corrupción. En medio de una crisis de legitimidad de la democracia y de credibilidad de los partidos políticos y sus candidatos, México renovara más 3 mil 600 cargos políticos en sus próximas elecciones.

Los desgastados partidos políticos y sus candidatos buscan en estos 90 días de campaña posicionarse de la mejor manera, y están conscientes de que para lograrlo tendrán que ser inclusivos y bondadosos con la población “joven” de México, pues éstos representan 40% del padrón electoral. Es por tal razón que recientemente hemos visto a los partidos políticos dirigir y girar sus agendas alrededor del interés y la preocupación de los jóvenes-generación millennial.

En definitiva, el gran reto para los partidos políticos será lograr una participación electoral satisfactoria en medio de la apatía y el hartazgo político de la población. En las elecciones del 1 de julio se estima que más de 25 millones de jóvenes votarán, y uno de cada cinco de estos electores estará votando por primera vez.

¿Pero cuál es la condición de la población joven mexicana en materia política?

En la actualidad los jóvenes no se ven representados dentro de las políticas públicas; los jóvenes políticos son minoría, y en algunos casos nulos, en prácticamente cada escenario político en México.

Por ejemplo, según un muestreo hecho por la revista Forbes México, en la Cámara de Diputados la media de edad de los legisladores es de 48 años. El partido con el mejor promedio es el PVM, con 43 años; le sigue el PAN y Movimiento Ciudadano con 46 años, el PRD y Nueva Alianza con 47 y Morena y PRI con 49. Finalmente, los más maduros son del Partido Encuentro Social, siendo 54 años el promedio de sus legisladores.

Claramente el muestreo arroja que los partidos políticos han demostrado ser estructuras que ni ven ni escuchan a los jóvenes mexicanos, y en el desprecio hacia la juventud puede que se situé su disfuncionalidad política y problemas de gobernabilidad en el país.

Pues no basta que los “viejos políticos” digan poner singular atención a las necesidades de los jóvenes ni el mencionarlos en la cambiante retórica política, sino que también es necesario incluirlos dentro de la política y las administraciones públicas para lograr el verdadero cambio que México necesita. En repetidas ocasiones, pareciera ser que los candidatos han intentado confundir a los jóvenes en los tiempos electorales para sus adeptos personales, y cuando los jóvenes expresan su deseo por participar en la política mexicana no tienen éxito alguno, pues los “viejos políticos” los frenan, probablemente por miedo a ser desplazados por las nuevas generaciones.

Actualmente jóvenes mexicanos siguen siendo objeto de manipulación política, jugando un papel secundario dentro de la política mexicana. Contienda tras contienda se ha visto como los jóvenes únicamente son utilizados para promocionar e incidir en las decisiones electorales a favor de algún candidato o algún partido político en específico.

Hoy en día es necesario pasar del discurso retrogrado a la acción transversal e impulsar la inclusión y participación real y tangible de los jóvenes en espacios de toma de decisiones. Para lograr una representación digna y verdadera es necesario ceder espacios significativos, incluyendo cargos de elección popular, para que sean los jóvenes quienes desde los prominentes mandos representen e impulsen políticas públicas que beneficien directamente a otros jóvenes, ya que no se puede lograr el tan aclamado cambio tras-generacional sin la aportación de ideas frescas y novedosas dentro de los partidos políticos y las administraciones públicas.

El rol juvenil en los comicios electorales de 2018 es imprescindible e inmutable. Ojalá los candidatos no sólo vean a la generación millennial como una avenida hacia la victoria electoral, sino como una genuina oportunidad de alianza para logar de una vez por todas romper la imperecedera barrera entre la política y la juventud.

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