Este día Andrés Manuel López Obrador presentará su estrategia de seguridad 2018-2024. Hasta el momento de escribir esta colaboración sabemos que la estrategia incluirá una especie de amnistía anticipada para ciertos crímenes cometidos durante la “guerra contra las drogas” iniciada con Felipe Calderón, aunque la realidad es que la violencia, si bien no en su forma más cruda, data de muchas más décadas atrás. ¿Habrá amnistía también en esos casos? Sabemos también que gran parte de la estrategia estará basada en la consecuencia indirecta de resultados en la materia que causaría un mayor combate a la corrupción, aunque no sabemos, más allá de la reducción de salarios de la alta burocracia y la eliminación de pensiones ex presidenciales, en qué consiste realmente ese “combate” y, lo más interesante de todo: hasta el momento sabemos que López Obrador se compromete a terminar la guerra contra el narco en tres años, o sea en mil 95 días.

Nadie en el mundo, nadie, ha logrado acabar con la mafia jamás, si acaso disminuirla, acotarla o controlarla, pero jamás eliminarla, la promesa de López Obrador llama la atención por la consecuencia más letal y lacerante de la mafia: la violencia.

Partamos de que no existe una mafia, que no es lo mismo que cártel, sino muchas mafias, muchas industrias de la mafia: secuestro, extorsión, trata, tráfico de armas, de drogas, de órganos, de infantes, de inmigrantes, de vehículos robados, extracción ilegal de combustibles, sicariato, piratería, más las que se generen en los próximos meses; es curioso, en México no se crean o fortalecen nuevas industrias de la mafia por su mengua ante la autoridad, sino por la saturación de esos mercados ilícitos por las mafias dominantes y todas, todas, generan violencia.

No existe Estado de Derecho, no hay consecuencias para los crímenes cometidos en mayor o menor medida, si alguien roba una cartera en el Metro queda impune de la misma manera en que queda otro que cercena un cuerpo humano, aquí no pasa absolutamente nada, pocos van a prisión y aún menos permanecen ahí.

Por eso preocupa la propuesta del hoy candidato mejor posicionado, sus ideas con respecto a una amnistía, que no sería más que una patente de corso ante las atrocidades venideras. ¿Creen en serio que a Los Zetas les pueden decir: te perdono tus miles de muertos, pero ya te portas bien a partir de aquí?, Mencho: te perdonamos matar al Pirata de Culiacán, pero no vuelvas a asesinar a nadie más que se le ocurra mandarte un mensaje por Instagram, sé bueno, Mencho, sé bueno, ¿perdonamos al 80 por Miroslava?, ¿o a los juniors que mandaron matar a Javier Valdez?, ¿y ya con eso se portarán bien?, ¿ya no serán violentos porque el Presidente no es violento?, ¿ya no serán malos porque nos gobierna el hombre bueno?

Andrés Manuel no es un tipo estúpido, mucho menos ingenuo, sin embargo puede ser que Javier Sicilia tenga razón en señalar su equívoco al confundir el perdón (valor humano, moral) con el olvido que viene de la amnistía (por cierto, sin justicia) y que, a su vez se traduce en mayor impunidad.

“Sin ella (la justicia) el perdón queda mutilado y se vuelve cómplice del mal. Esa justicia no se ha dado en México, ni siquiera se ha dado la paz que la permita y permita así la posibilidad o el cumplimiento del perdón”, apunta Sicilia.

Probablemente hoy escuchemos un discurso bonito, palabras inspiradoras sobre la bondad humana, ideas místicas, ascéticas y piadosas, obviamente, también polémicas, siempre debatibles.

Ojalá, simplemente, hoy escuchemos propuestas en serio, porque en serio son los muertos de todos los días.

DE COLOFÓN.— A través de una empresa llamada Daron, la Ciudad de Nueva York (y algunas otras Instituciones de Estados Unidos) venden, como pan caliente, juguetes “oficiales” como los carritos patrulla o de bomberos. ¿Se imagina que alguien vendiera cosas así de México?, ¿alguien compraría?

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