La pedofilia clerical es el tema que invade la prensa internacional. Le Monde le ha dedicado su editorial. El diario católico La Croix anuncia en portada “Abusos sexuales, estado de urgencia en la Iglesia”. El papa Francisco se declara horrorizado, pide perdón, tanto por la violencia perpetrada por sacerdotes contra indefensas víctimas, como por la complicidad de una Iglesia que protegió a los perversos, por “haber cometido (él, Francisco) graves errores de apreciación y percepción”. Aludía a su conducta en Chile, cuando había rechazado con indignación unas denuncias. Ahora convoca para 2019 una cumbre con los presidentes de las conferencias episcopales nacionales, para proteger a los niños.

Juan Pablo II cometió, en el sonado caso de Marcial Maciel, genio asombroso del mal, los mismos “graves errores de apreciación y percepción”, como, muchos años antes, “el buen papa” Juan XXIII quién levantó, funesta decisión, el castigo que un lúcido Pío XII había impuesto a Maciel. Ahora, la reacción en el seno de la Iglesia católica aprovecha el asunto para atacar al Papa, con la esperanza de obligarlo a renunciar. Lo acusan de haber protegido criminales. Esa ofensiva no debe disimular la realidad, la gravedad del problema.

Cifras: Alemania: 3,677 casos para los años 1946-2014. Australia: 4,444 para el periodo 1980-2015. Estados Unidos: no hay una cifra global todavía, pero varias diócesis, como Boston y Pensilvania, han contado miles de casos. Irlanda, en donde Benedicto XVI, quien vio claro, denunció la podredumbre en el seno del clero, y dictaminó que, para estos crímenes, “hay que pasar el asunto a la justicia de los Estados” (2010). Castigó a un cardenal austriaco, como había castigado a Maciel, y reclamó “cero tolerancias”. Francisco sigue el mismo camino, repite lo dicho. Espero que no renuncie.

Un prelado luterano alemán declaró que su Iglesia, con pastores casados, tiene el mismo problema. Víctimas de maestros budistas acaban de entregar una carta al Dalai Lama para denunciar abusos sexuales… En todas las profesiones que implican una fuerte asimetría entre el discípulo y quién detenta prestigio y autoridad, surgen la pedofilia y los abusos sexuales: maestros, profesores, entrenadores, médicos, psicólogos, analistas, oficiales…

No es excusa, tampoco atenuante. Lo único que significa es que el celibato sacerdotal no es la única causa de la perversa agresión. El anticlericalismo desde la Edad Media denuncia a “los malos sacerdotes”, pero las dos acusaciones son su codicia de dinero y su actividad sexual con las mujeres. Se menciona su “lubricidad”, en los debates de nuestro Congreso Constituyente del 17, nunca la pedofilia. ¿Problema moderno?

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