La violencia de Estado contra una multitud de jóvenes estudiantes la tarde-noche del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco, da la oportunidad para recordar el legado cultural de ese movimiento a la sociedad mexicana, a saber: primero, detonó la conciencia social y política; segundo, contribuyó a la cultura de México en la literatura, la pintura, el arte cinematográfico y la ciencia en general. Brotó, así, una gran generación de escritores, pintores, realizadores cinematográficos y científicos. En contraparte, el Estado mexicano sofisticó sus maneras de reprimir a toda población opositora.

Los jóvenes estudiantes siempre han dado la cara por la sociedad. Pasan a la acción cuando los malestares en la sociedad rebasan los límites de tolerancia. Continuamente ha sido así, y esta es la razón del porque el poder político los estigmatiza como “rebeldes sin causa”, “inmaduros”, “limitados”, “incapaces”, “ninis”. (No estudian ni trabajan) entre otros muchos prejuicios y estereotipos. Sin embargo, los tiempos en la historia social, usualmente, se juntan en escenarios de incertidumbre.

En ese sentido, la pandemia afectó a la mayoría de los jóvenes y, en particular, a los estudiantes. En un estudio realizado por la fundación Cáritas, los jóvenes estudiantes reportaron que durante el confinamiento, debido a la amenaza del Covid-19, los afectó el “no salir y dejar de estar en contacto con los compañeros”, “el vivir ambientes de violencia familiar”, “sufrir descalificaciones”, “reclamos”, “acoso” y “violencia en general”. Estos fenómenos se convirtieron, sin duda, en transtornos de personalidad. En consecuencia, era previsible que el regreso a la vida social y a las aulas contenía, de por sí, una gran carga emocional adversa.

Lo antes mencionado, muestra que en el caso del paro en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), los jóvenes estudiantes, con renovado brío, no solo demandan por su seguridad personal, integridad y contra violencia de género, sino también, lo hacen a nombre de toda la sociedad agraviada, devastada moralmente y desesperanzada por el impacto del coronavirus; los estudiantes, con sumo vigor, interpelan a la autoridad para que respondan a sus justas demandas.

Ahora bien, queda a prueba la virtud y fortaleza del movimiento estudiantil, dará a luz a nuevos líderes y enfrentará los riesgos de las infiltraciones, provocaciones y tentaciones del poder. La sociedad los mira con respeto y atención. El tiempo largo, el de 1968, se ha juntado con el tiempo medio, en 2014, con el crimen de Estado en contra de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Gro. Y, en estos momentos, el tiempo corto de 2022 arribó a la UAQ. En consecuencia, la razón académica debe imperar en las partes involucradas en el conflicto.

Director de Cetespo

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