Tan lejos y tan cerca parece ya ese primero de diciembre de 2018 cuando Andrés Manuel López Obrador recibía la banda presidencial y con ese acto simbólico, se disponía a rendir protesta como presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Desde entonces, una vorágine de acontecimientos y discusiones han sido el pan de cada día. En la denominada Cuarta Transformación, no ha habido descanso y cada semana el tema de agenda cambia y se renueva la discusión, casi siempre bajo la pauta de lo que el propio presidente señala desde sus conferencias matutinas.

De hecho, el primer punto de discusión fue precisamente el hecho de que el presidente diera ruedas de prensa diarias, en contraste con sus antecesores que dieron escasas entrevistas en ámbitos controlados y a quienes ellos les resultara cómodo, por el contrario, AMLO ha sido interpelado en sus conferencias por diversos periodistas e, incluso, activistas. Algunos de los malquerientes de AMLO llegaron a sugerir que el presidente no tenía derecho a esas ruedas de prensa ni a responder a sus opositores.

Tras el debate por la cancelación del aeropuerto, que fue pintado como el fin del mundo para quienes lo impulsaban, vinieron las críticas despiadadas y clasistas a los becarios que fueron beneficiados con el nuevo gobierno, reprochando que esos jóvenes que nunca habían tenido nada, no tenían derecho ni a recibir un poco de apoyo. “Les van regalar nuestro dinero a los ninis”, refunfuñaron quienes nunca protestaron por las millonarias exenciones de impuestos a millonarios, las cuales, se ha prometido, no se repetirán.

Después, el tema que ardió en las redes sociales fue si AMLO se había parado a tomar un café en un OXXO, tal y como lo haría cualquier ciudadano y así se fueron yendo las semanas en discusiones intrascendentes alentadas por la oposición que no entiende qué es ser oposición ni el mensaje de las urnas que los ciudadanos mandaron en 2018 al otorgar el Ejecutivo y el Legislativo a un movimiento convertido en partido político.

Y de nimiedad en nimiedad la oposición se ha ido enganchando y mostrando su verdadero rostro de furia mientras muchas de las acciones de fondo del presidente pasan casi inadvertidas, al menos para el mundo de la opinología.

Cuando el gobierno de AMLO entró en crisis de manejo este primer año no fue por una acción de la oposición sino por una pifia en un operativo de seguridad que se tradujo en la detención y casi inmediata liberación del hijo del ‘Chapo’ Guzmán. Momentos difíciles en la agenda de AMLO donde por casi dos semanas ese fue el tema y no pudo avanzar ni cambiarlo. La salida vino de una crisis internacional por el golpe de Estado en Bolivia y la aceptación de asilo político a Evo Morales, que, nuevamente, hizo salir el rostro más furioso y clasista de la derecha que se enganchó fácilmente en el tema y nunca reparó en el acierto internacional del gobierno mexicano que recuperó el prestigio internacional perdido desde el gobierno de Vicente Fox. Notable excepción fue la de Diego Fernández de Cevallos que a contracorriente de los dirigentes de su partido, reconoció el acierto.

Y así, de infiernito en infiernito, a la oposición se le ha ido agotando la pólvora y, si bien, la popularidad del presidente López Obrador se ha visto mermada, lo cual es natural en el ejercicio de gobierno, aun alcanza niveles históricos de aprobación superando a los mandatarios anteriores en la misma medición del primer año.

¿Seguirá la oposición por la misma línea o se replanteará el camino? Al país le hace falta una oposición inteligente, que genere esta discusión que permita el avance del país. La pelota sigue en su cancha.

Periodista y sociólogo. @viloja

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