En esta ocasión tengo tres temas buenos, sin embargo decidí que comentaré uno por sábado si ustedes me lo permiten, pues todos tienen mucha tela de dónde cortar y no me gustaría dejarlos a medias. El primero son “los famosos 100 mililitros” de los recipientes que supuestamente están “permitidos” en el equipaje de mano en un avión, y los corajes que nos hacen pasar en los aeropuertos, sobre todo en los de nuestro bello y adorado México, pues no me dejarán mentir que mucho del personal que labora  en dicha área ni siquiera sabe identificar la cantidad que llevan los famosos envases, y te hacen sacar hasta las “prendas íntimas” mientras hacen biscos buscando que la dichosa botellita diga 100 mililitros, y si se pasa por uno solo, ¡olvídalo!, la tiran sin piedad, así sea tu apreciado perfume, “carísimo de París”.

En otras ocasiones solo te hacen perder el tiempo. Créanme, cosas increíbles pasan en esta zona, tanto del lado del personal de seguridad como del lado de pasajeros, me ha tocado ver cómo algunos paseantes se toman el agua de un solo “jalón”, se untan sus cremas, rocían el perfume en toda la ropa antes de dejar que se los tiren, algunos se resignan, y otros aunque saben que ellos tuvieron la culpa, se molestan, y todavía hacen berrinche cuando los regresan a la fila nuevamente o cuando les tiran sus productos, por eso hay que ver las dos caras de la moneda, también he visto cómo personal de los aeropuertos se porta prepotente ante algunos pasajeros y les tiran sus cosas sólo por satisfacción, ¡eso se nota!, aunque no lo crean.

Hay responsabilidad de las dos partes, sin embargo, sí que hace falta una buena capacitación al personal en los aeropuertos mexicanos, (debo de decir  que a mis viajes jamás llevo cremas, shampoos, pasta de dientes, perfumes y más en mi maleta de mano, pues no me gusta tardarme en los puntos de seguridad, trato de ir lo más libre posible), pero en el último viaje que salió  del Aeropuerto Intercontinental de Querétaro rumbo a Puerto Vallarta, Jalisco, se me ocurrió llevar bloqueador solar en esas “botellitas de viaje”, sí, las de 60 mililitros, y ¡sorpresa!, me detuvieron para revisar mi maleta, cosa que de verdad no me sucede, llevaba tres,  y me cuestionaron la cantidad. Atención, el personal no sabe que un pasajero “no puede llevar botellas con líquidos, geles, cremas o aerosoles de más de 100 mililitros, pero sí puede llevar hasta 10 frascos de 100 mililitros que, en suma, es un litro”, pero cómo pedirle peras al olmo, si ni siquiera saben identificar el tamaño de una botella de 100 mililitros. Además al preguntarles el por qué no podemos llevar líquidos de más de 100 mililitros  se limitan a decirte que son las reglas del aeropuerto. Pero la realidad es que esta medida que nos saca canas verdes nació en  2006, luego de que en Europa se identificaran grupos terroristas que intentaron hacer explotar aviones con las llamadas bombas líquidas que pretendían subir a escondidas en botellas de bebidas convencionales mezcladas con “polvos de sabores y peróxido de acetona”, una sustancia capaz de explotar si se combina con una chispa o con una pequeña descarga eléctrica, (por tal razón tapoco se pueden llevar cerillos). El límite establecido de líquido seguro a bordo son 100 mililitros, que no pone en riesgo a la aeronave en caso de ocurrir un accidente. 
Ahora sí queridos lectores que “en todos lados se cuecen habas”, y sí, de las dos partes nos hace falta educación, tanto al personal saber tratar al pasajero y conocer las reglas de seguridad, como a nosotros preparar nuestra maleta.

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