En nuestras anteriores entregas hablamos de compositores modernos y de la Escuela Moderna Vienesa. No podemos dejar de referirnos a la escasa pero importante contribución que los estadunidenses han hecho a la música clásica moderna. Trataremos los dos más populares: Copland y Gershwin.

Aaron Copland, compositor estadounidense de origen judeo-ruso de música y de cine, nació en Brooklyn, Nueva York, en 1900 y falleció en ese estado en 1990. Su obra está influida por la escuela moderna y por el impresionismo, en especial por Igor Stravinsky. Tiene el mérito de haber sabido sintetizar elementos neoclásicos, de jazz y populares, mexicanos entre otros, en un estilo muy singular en el que resume la mezcla cultural que es propia del ‘melting pot’ que es ese país. Deslumbrado por la cultura francesa se desplazó a París donde estudió música con Nadia Boulanger, de quien adquirió una técnica firme y una estética neoclasicista. De regreso a EE UU se dedicó a escribir sus primeros trabajos, como el Concierto para piano. De pensamiento progresista e inclinado a la ideología de izquierda, escribió coros para los trabajadores y un artículo sobre música proletaria, que le causaron problemas con el Comité de Actividades ‘anti-americanas’ del neofascista McCarthy. Sin embargo, ya para la década de los 60’s Copland era la voz musical de los Estados Unidos y aconsejó a talentosos jóvenes músicos estadunidenses como Leonard Bernstein.

Copland es una delicia de compositor; es alegre, brillante, impetuoso y se entregó totalmente a la causa de la nueva música. Las obras de Copland que más le gustan al que esto escribe y que recomienda son: El Salón México, una serie de temas mexicanos orquestada en 1934 cuya première fue en la Ciudad de México el 27 de agosto de 1937, con la Orquesta Sinfónica de México bajo la batuta del egregio Carlos Chávez; Billy the kid, su primer ballet ‘fronterizo’; Rodeo, su segundo ballet, una pieza de carácter ‘Cowboy’; el ballet Primavera en los Apalaches, tercero de sus ballets “americanos”, encargado por la coreógrafa Martha Graham, y con el que ganó un premio Pultzer; Danzón Cubano, de 1942, impresionado con la elegancia del baile ‘danzón’, producto de su visita a Cuba como parte de una gira a 9 países latino-americanos, bajo los auspicios de la Comisión de Asuntos Inter-americanos de Estados Unidos; Tres bocetos latinoamericanos (Estribillo, Paisaje Mexicano y Danza de Jalisco); y la emotiva Fanfarria para el hombre común, parte de una serie de 10 fanfarrias escritas para fomentar el espíritu patriótico durante la Segunda Guerra Mundial. Esta fanfarria es la única que subsiste en el repertorio y se interpreta en actos donde se exalta el patriotismo, casi siempre como parte de un homenaje fúnebre.

Es autor de otras obras más tradicionales, como sus Variaciones para piano, su obra más importante del período “abstracto” en la que combina el ritmo del jazz con la composición dodecafónica de Schönberg; la Sinfonía No. 3, y el Concierto para clarinete, que consiste en dos movimientos separados por una cadencia. El 2º. movimiento brota en unos fuegos artificiales de jazz, inspirados por el clarinetista Benny Goodman, a quien le dedicó la obra.

La investigación del FBI contra Copland se cerró en 1955 sin habérsele demostrado haber sido miembro del partido comunista. En 1964 el Presidente Lyndon B. Johnson le impuso la Medalla de la Libertad, la más alta distinción para civiles en EEUU. Murió en su casa de Peekskill, Nueva York a los 90 años.

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