Muchas y muy distintas son las razones que mueven a Barack Obama y a Raúl Castro. Desde la caída de los precios del petróleo, la incapacidad de Venezuela y Rusia de seguir solventando a la economía cubana, hasta la necesidad de Obama de construir nuevos escenarios para recuperar la posibilidad de heredar un legado. Razones políticas, económicas, estratégicas, energéticas, sociales y ¡tantas otras! Lo que esta semana vivimos, es sin duda un gran hito en la historia reciente.

Nadie, o tal vez muy pocos, vislumbraron la posibilidad de vivir un acercamiento entre ambas naciones. Era para muchos un sueño. Para otros, un anhelo lejanísimo de aquella tan ausente nostalgia. Cuántos más ni siquiera se permitieron pensarlo mientras los Castro siguiesen al mando. En Miami, estaban ciertos de que no habría cambio con ellos en casa. No fue así.

La diplomacia de los pequeños pasos del papa Francisco, arropados por Harper, resultó en lo inesperado. Desconcierto para muchos. Enojo para otros. Sorpresa para la mayoría. Júbilo y dicha para la gran multitud de la población cubana: La que vive en la isla y la que se encuentra fuera. Aquellos quienes por más de cincuenta años han sido lastimados y obligados a vivir una realidad sin opción de ninguna otra distintita.

Hoy escuchamos un sinnúmero de dudas y quejas sobre los mensajes dados por Obama y Castro. Poco sin embargo, se ha hablado de la población cubana. Es en ésta en la que debemos centrar la mirada en los meses y años por venir. A pesar de la rigidez del sistema político vivido desde 1959 y de la falta de libertades y recursos, la realidad globalizada puede fomentar cambios que ni ellos mismos imaginan.

Nadie niega que así como los cubanos han sufrido múltiples violaciones a sus derechos en la isla, ha habido muchas otras cosas con las que pocos países, en condiciones similares, cuentan. Los niveles educativos de su población, la especialización en áreas como medicina, matemática y ciencia; el desarrollo de las artes, letras, música y cultura; la capacidad de tener un pensamiento propio y ordenado, los ofrece herramientas con las que muy probablemente, harán un cambio mucho más rápido de lo esperado.

Desde varios años atrás, comentaba que el día en que se les abriese una rendija, los cubanos contaban con todo para saltar la barrera de lo vivido hasta dicho momento. Tienen las bases para tirar el muro que no los ha dejado caminar. Si esto sucede, lo que veremos de la isla, es un próximo desarrollo, además de crecimiento, a pesar de las penurias económicas que se viven actualmente y que se llegan a comparar con las respiradas en la década de los años noventa del siglo XX.

La sociedad cubana tiene la virtud de la organización y del seguimiento de las normas. Si algo les dio el régimen socialista, fue eso. Y a todos. No a unos cuantos. Los cubanos se formaron en estos últimos cincuenta años y nadie los vio de cerca. Es hasta ahora que tienen en sus manos la posibilidad de mostrar quiénes realmente son.

Llama la atención el enojo de los cubano-americanos más radicales que sólo piensan en sus intereses políticos. Les molestó, una vez más, la postura de Obama. Todos ellos deberían de saltar de gusto. Si no directamente, sus familiares, una o dos generaciones atrás, sufrieron sin recato las vejaciones del régimen. Son ellos quienes pueden también favorecer el más rápido giro de las estructuras, apoyando a la sociedad que se quedó en la Isla y que desde dentro siguió la batalla.

El cambio de fondo está en la sociedad. La velocidad, la decidirán paso a paso. Tan rápido como piensen a pesar de las instituciones socialistas. Tan rápido, como cuenten con los apoyos necesarios, para que el poder lo detente quien lo amerita y no quien lo hereda. A México toca favorecerlos estratégicamente como lo hizo desde la expulsión de Cuba de la OEA. Es tiempo de actuar. ¡Adiós al pasado! ¡Adiós 2014!

Vicepresidenta internacional del Club de Roma

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