Ver a Andrés Manuel López Obrador salir corriendo después del debate, sin saludar o despedirse de nadie, es sin duda una falta de cortesía, pero también nos advierte el fondo de su personalidad, que confirma su filiación autócrata: ¿por qué, si no, tener tal descortesía?, ¿por qué demostrar su enojo? ¿Eso le ayuda?

Quedó demostrado que López Obrador sigue siendo el mismo, por más que sus estrategas intentaran cambiar la percepción ciudadana. Bastaron unos cuantos minutos para descubrir que el genio de la lámpara sigue ahí, el autócrata, el que no tolera la crítica, el que cree tener siempre la razón absoluta.

Pero también quedó demostrado que López Obrador no tiene propuestas que resuelvan los problemas del país. Su propuesta sobre inseguridad de pactar con el narcotráfico sigue en su rosario de promesas imposibles, pero ahora le agrega la mentira de que participará el papa Francisco en esa consulta. Olvida que el narco es el que desapareció a los estudiantes de Ayotzinapa, a los estudiantes de cine de Guadalajara, a los que mataron a los policías en Guerrero hace una semana y a miles de mexicanos que estuvieron en el lugar y la hora equivocada. ¿Negociar es la solución?

La propuesta de vender el avión sigue igual, pero ahora aderezada con la mentira de que ya lo ofreció a Donald Trump y con la incongruencia de viajar en vuelos privados. La propuesta de suspender la construcción del nuevo aeropuerto sigue, pero ahora aumentada por los ataques a quien sí sabe de construcción, el ingeniero Slim. La propuesta de regalar dinero continúa insobornable, pero ahora barnizada con la idea de que 3 mil pesos mensuales alejarán a los jóvenes de la delincuencia. López Obrador insiste en echar abajo la reforma energética, pero no dice cómo resolverá el problema de la economía petrolizada y dependiente de los hidrocarburos.

Pareciera que no sólo no se preparó para el debate, sino que, como siempre, desdeñó a sus contrincantes, a los medios y a los ciudadanos que no piensan como él. Decía Reyes Heroles que en política la forma es fondo, pero con AMLO no hay ni una ni otro.

Lo más grave es que algunos están tan hartos del sistema que ya no importa si quien gana sabe o no cómo resolverá los problemas. Afortunadamente es una minoría: 66% de los mexicanos rechazan la posibilidad de que AMLO gobierne.

La estrategia de quien va en segundo lugar tendrá que ser voto útil si no queremos convertir nuestro país en una autocracia atroz. Es claro que la visión lopezobradorista se aleja cada día más de los mexicanos y, lo que es más claro, de los votos.

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