No por ser ave de mal agüero, queridos lectores, pero en estas próximas semanas vendrá la parte más dura de esta peculiar pandemia que nos mantiene paralizados, pasmados. Si atendemos a los expertos y observamos lo sucedido en otros países, la tendencia de contagios y muertes por Covid-19 aumentará significativamente, dificultando de paso cualquier intento por reabrir la economía y “regresar” (como si tal cosa fuera posible) a la “normalidad” (como si tal cosa hubiese alguna vez existido).

No debería sorprendernos, al menos no si estuviésemos haciendo la tarea que con frecuencia les recomiendo: ver con atención lo que sucede en el resto del mundo, leer, ver, escuchar noticias con fuentes múltiples, variadas y de diversos lugares, abrir la mirada y la mente, pues.

La curva de expansión de este novedoso y maligno virus se ha dado simultáneamente de manera impredecible y relativamente fácil de explicar y entender. Distintas condiciones socioeconómicas y educativas, culturales y de respeto a la ley e instituciones son buenos indicadores, por ejemplo. Hábitos sociales, familiares y laborales también lo son. Medidas preventivas y remediales tomadas (o no) por los gobiernos evidentemente forman parte de la ecuación.

Ninguno de esos factores es, por sí mismo, determinante, lo es la conjunción de ellos y de otros adicionales, como la geografía. Me explico con un par de ejemplos:

En un país altamente gregario, con enorme movilidad social y laboral, hábitos familiares y laborales que propician viajes frecuentes y a largas distancias, regulaciones comparativamente laxas, un sistema político y de gobierno altamente descentralizado y federalizado, un sistema de salud público y privado en crisis que lo mismo combina la excelencia con la miseria, y una tradición de desconfianza a la autoridad intrusiva, el tamaño y las dimensiones de la expansión y consecuente letalidad serán muy altos. Me refiero en este caso a los Estados Unidos de América.

En el otro polo, una nación altamente ordenada, con una cultura casi obsesiva de respeto a la ley y las normas sociales, familias nucleares muy pequeñas, instituciones centrales y regionales fuertes, un sistema de salud de avanzada y recursos presupuestales virtualmente ilimitados, los resultados serán muy diferentes, obviamente para bien. Menos contagios y, sobre todo, mucha menor letalidad. Es el caso, obviamente, de Alemania y unos pocos países europeos, como Austria.

Tendremos otros, como China, en que la rigidez de un sistema autoritario y casi policiaco hace relativamente sencillo tomar medidas de contención o limitación de la movilidad que en países más libres o democráticos serían impensables. Eso facilita el aislamiento ya no digamos de personas, sino de ciudades y regiones enteras. Otro extremo el de la India, donde las órdenes de volver a casa lanzaron a millones y millones de trabajadores migrantes a las calles y los caminos, imposibilitados a quedarse y a regresar por el toque de queda.

De México hemos, nosotros y otros, hablado mucho. Para no ser repetitivos, digamos que una reacción lenta y reacia del gobierno al inicio fue corregida después, con los costos del retraso y los mensajes confusos. Mucha información, tal vez demasiada, se ha prestado a confusiones y distorsiones, muchas de ellas deliberadas. Y de nuestra cultura de falta de respeto a la ley, a las normas y al más elemental sentido común, ni qué decir: somos campeones de los pretextos y de echarle la culpa a alguien más de nuestras irresponsabilidades.

Pero esto apenas inicia, al menos en esta, la más compleja y dolorosa de las etapas hasta ahora. Así que hay que prepararnos, en lo individual, en lo familiar, en lo colectivo. Es la hora de hacer lo que a cada quien le corresponde sin detenerse a ver si los demás están o no cumpliendo con sus obligaciones. Es tiempo de ser responsables y asumir nuestra parte. Vendrán los tiempos de rendir cuentas, para gobernantes, para políticos, para líderes sociales y empresariales, para vecinos y familiares y amigos.

Pero por lo pronto, ante lo que viene, más vale dejar de preocuparse y comenzar a ocuparse.

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